Del IoT al IoB (Internet del comportamiento) hay mucho más que un nivel de abstracción
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- Marzo 2020
- Fecha de publicación
- Marzo 2020
- Tecnología
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Profesor posgrado ESIC. CEO de Encamina.
Ha nacido un nuevo concepto como evolución del IoT (Internet de las cosas), que llamamos IoB (Internet del comportamiento) y que viene a quedarse por tener un enorme potencial en su aplicación al mercado. Se trata de aprovechar la tecnología y el análisis de datos en su espectro más amplio (y en él incluimos la inteligencia artificial) para influir en el comportamiento de las personas, habitualmente los clientes de quien lo aplica pero también pueden ser ciudadanos, votantes, alumnos, etc.
Cómo se ha pasado del IoT al IoB (Internet del comportamiento)
IoT o Internet de las cosas
El IoT se refería a un mundo lleno de objetos, sensores o entes más o menos inteligentes conectados a Internet, que transmitían datos sobre su estado o lo que los rodeaba para que un sistema al recogerlos les diera sentido convirtiéndolos en información útil en función de la que actuar. Ejemplos de ello son las fábricas llenas de sensores que informan de la trazabilidad de lo que producen o del estado de funcionamiento y mantenimiento de sus máquinas para prever averías; o las ciudades inteligentes llenas de sensores ambientales y de tráfico que permiten tomar decisiones sobre el transporte, por ejemplo.
IoE o Internet de todo
Ya hace unos años dio lugar a un nuevo término llamado IoE (Internet de todo o everything en inglés) para designar el hecho de que ya no solo las cosas están conectadas a Internet y envían datos, sino que las personas, los animales o cualquier ente pueden estar conectados e informando. Ejemplos de ello somos nosotros cuando transitamos con nuestros móviles por un centro comercial permitiendo optimizar el envío de ofertas en tiempo real o los sensores instalados en vacas para medir cuánto se mueven y así identificar su mejor momento de fertilidad, por ejemplo.
IoB o Internet del comportamiento
La ciencia del comportamiento se puede dividir en cuatro áreas que consideramos cuando usamos la tecnología: emociones, decisiones, aumentos y compañía. Si con el IoT o el IoE se trata de capturar y transmitir datos en tiempo real, con el IoB se añade además la posibilidad de identificar nuestros hábitos o comportamientos para que con toda la información alguien pueda personalizar al máximo la publicidad, el servicio o el producto que nos ofrece o incluso acabar influyendo en nuestras decisiones y conductas. Por ejemplo, son ya habituales los seguros basados en el uso (o UBI del inglés usage-based insurance). Se trata de seguros cuya prima se calcula considerando el uso del ente asegurado, ya sea por cuánto se utiliza o por la forma en la que se usa. Por ejemplo, el número de kilómetros al día o la forma de conducción para el seguro de un vehículo o cuánto anda o se mueve una persona para su seguro de salud.
Según la prestigiosa consultora Gartner, en el año 2023 las actividades individuales del 40% de las personas se rastrearán digitalmente desde esta IoB en todo el mundo para influir en el derecho a percibir beneficios y servicios.
El IoB puede utilizar el reconocimiento facial, el seguimiento de la ubicación, la monitorización de la actividad física y los parámetros biométricos, la huella digital que generamos en redes sociales o los propios sistemas de la organización a la que pertenecemos, así como el análisis de nuestros hábitos de consumo y compra o la actividad general del mercado para, por ejemplo, interpretar cómo nos comportamos y quizá también lo que necesitamos o deseamos.
El poder de la tecnología debe ser modulado por la ética, la regulación y lo mejor de la humanidad para desarrollar todo su potencial
Imaginemos una app en nuestro móvil que registra todo lo que comemos, nuestra actividad física y nuestro sueño e incluso algún parámetro como la glucosa en sangre. Esta app podría recomendarnos un determinado complemento alimenticio de una marca conocida ideal para este momento o empujarnos a practicar una actividad física específica dentro de un gimnasio cercano. Los beneficios son muchos con solo imaginar como esa app podría ayudarnos a mejorar nuestros hábitos alimentarios. Y es que el IoB es capaz de segmentar y personalizar la recomendación e influir a cada individuo en su toma de decisiones. Y con ello, es posible que a esta persona de verdad le interese mucho esa noticia, esa lectura o esa publicad que se le ofrece, o le parezca no solo justo sino más que adecuado el tipo de servicio o de producto que se le propone e incluso que el precio esté adaptado a sus usos y necesidades específicas.
Sin embargo, ¿no suena esto a demasiado intrusismo en nuestra vida? ¿No corre peligro nuestro libre albedrío? ¿No quedaremos atrapados en un submundo endogámico sin contraste de ideas ni diversidad intelectual? ¿Quién garantiza nuestra privacidad? Son ya muy sonados los casos como el de Cambridge Analytica, en el que se los acusaba de haber obtenido información indebidamente de la huella digital en RR. SS. de millones de votantes y con ello haber segmentado tanto los mensajes dirigidos a estos, según sus características personales, que su voto habría podido verse influido por ello.
El IoB supone un inmenso potencial para organizaciones de todo tipo y muchas ventajas para los individuos, pero también importantes riesgos de privacidad, manipulación y miopía intelectual. De nuevo, el poder de la tecnología debe ser modulado por la ética, la regulación y lo mejor de la humanidad para desarrollar todo su potencial.
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