La confluencia de un entorno multigeneracional, con la mezcla de generaciones X, Y y Z, conjuntamente con la evolución tecnológica, ha provocado un cambio en nuestra forma de vivir y, por extensión, en nuestra forma de trabajar. Sin embargo, este cambio no está incrementando ni la productividad laboral ni la de las organizaciones. Ante esta situación, el auténtico reto de la Transformación Digital es redefinir, gracias al uso de la tecnología, las relaciones y los procesos con los elementos, tanto internos como externos, de las organizaciones.
El IoT no consiste en una única tecnología, sino más bien se define como un paradigma tecnológico que provee la dotación de conectividad a Internet a cualquier objeto sobre el que se pueda medir parámetros físicos o actuar, así como las aplicaciones y tratamiento de datos inteligentes relativos a los mismos. Para la tecnología aplicada a la dotación de conectividad a los objetos es fundamental, pues, el despliegue de nuevas redes dedicadas.
La cibercapacidad de los Estados, es decir, su capacidad para hacer frente a posibles problemas de ciberseguridad, ha pasado a ser un elemento estratégico para sobrevivir y prosperar en el complejo tramado geopolítico en que nos encontramos.
Apenas se llevan unos años explorando las nuevas posibilidades que puede ofrecer IoT en el ámbito industrial pero ya son claras algunas de las limitaciones más importantes de las arquitecturas en nube cara a dar respuesta a las necesidades propias del Internet de las Cosas Industrial (IoT). En las arquitecturas de IoT tradicionales todos los datos de los activos físicos se llevan a la nube para su almacenamiento y procesamiento analítico.