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Resiliencia y teletrabajo | 8 hábitos resilientes

Resiliencia y teletrabajo | 8 hábitos resilientes

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  • març 2020
  • Fecha de publicación
  • març 2020
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Carlos González

Carlos González

Profesor del Executive MBA y del Máster en Dirección de Personas y Desarrollo Organizativo de ESIC.

La vida se desarrolla donde fluye la empatía, o eso creo.

Todos vamos a enfrentarnos a lo largo de las próximas semanas o meses a un nuevo entorno. ¿VUCA? No. Es simplemente NUEVO. Tan nuevo y amenazante que nos hace sentirnos muy vulnerables y frágiles. ¿Qué va a pasar? No lo sabemos. ¿Cuánto durará? No lo sabemos.

Y en este contexto, la vida continúa. Nuestros trabajos continúan. Tenemos que cuidarnos y seguir trabajando duro para hacer frente a la situación y atender a nuestras familias y seres queridos. Para abordar el reto que tenemos delante, ¿qué podemos hacer?

Lo más normal es que el cambio de rutinas, el estar «encerrados», la falta de movimiento, la incertidumbre ante el futuro y sobre la duración de esta situación nos hagan sentirnos más frágiles e, incluso de forma objetiva, nos debiliten. Es una situación que puede darse, ¿por qué no? Es sencillamente humana.

Sin embargo, también podemos, sabiendo que esto puede ocurrir, trabajar en una estrategia que nos ayude a responder a tanta exigencia de forma más positiva y con más energía. La estrategia es CULTIVAR NUESTRA RESILIENCIA.

La resiliencia…

... es una actitud que podemos cultivar para mantenernos centrados en lo importante de la vida (la salud, la familia, los trabajos, la comunidad…) en vez de en las urgencias o en las ansiedades (sin dejarnos llevar por las emociones negativas), cultivando hábitos y rutinas positivas, empáticas y sostenidas en el pensamiento crítico.

¿Por qué positivas, empáticas y basadas en el pensamiento crítico (PEP)?

Como decía Viktor Frankl, somos libres de elegir cómo responder a esta nueva situación de aislamiento, teletrabajo y vulnerabilidad: «Así, en tales condiciones, el hombre es libre de decidir lo que quiere ser, mental y espiritualmente. Puede elegir conservar su dignidad humana incluso en un campo de concentración».

Así que, dado que es posible escoger, escojamos PEP. Why? Tres científicos más que reconocidos internacionalmente nos dan tres argumentos:

  1. Martin Seligman, fundador de la psicología positiva: «La vida inflige los mismos contratiempos y tragedias tanto a los optimistas como a los pesimistas, pero el optimista los resiste mejor». Quizás porque todo su organismo se alía contra la crisis: el positivismo activa el sistema inmunológico, el metabolismo en general… Aliémonos pues con la positividad.
  2. Albert Bandura: «Confiar en ti mismo no garantiza el éxito, pero no hacerlo garantiza el fracaso». ¿Alguien se imagina a cualquier profesional haciendo bien su trabajo y diciéndose a sí mismo o rumiando a todas horas: «Voy a fracasar, no lo conseguiré; de esta crisis no salimos…»? No. No rumiemos pues pensamientos de desgracia.
  3. Stephen Hawking: «Incluso la gente que afirma que no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino mira antes de cruzar la calle». Así que la posibilidad de cambiar es una estrategia inteligente. Y la neurociencia ha demostrado que es factible hacerlo. Es posible modificar nuestras rutinas porque podemos construir nuevas sinapsis.

¿Se puede cultivar la resiliencia?

Sí. Creando nuevas sinapsis, es decir, fomentando nuevos hábitos de positividad, de emociones que renuevan, de aceptación de emociones que desgastan, de empatía… las sinapsis PEP.

8 hábitos resilientes que debes poner en práctica

Veamos algunos de estos hábitos resilientes de tipo PEP de forma muy sintética. Si te quedan dudas o quieres saber más, aprovecha esos días para investigar y profundizar en ellos. Son hábitos sencillos, pero exigen disciplina. Puedes ir integrándolos día a día en tu vida cotidiana. Con ritmo y sin pausa. Si los practicas, te saldrá «la tableta abdominal de la resiliencia». Ahí van:

  1. Cuidarnos aprendiendo a mantener y renovar nuestra energía física:

    • Tomando el sol, aunque sea por la ventana, al menos 15 minutos al día todos los días. Esto ayuda al cuerpo a acompasar nuestro ritmo circadiano al ciclo del día. Y, entre otros beneficios, dormiremos mejor.
    • Haciendo estiramientos de espalda, cuello y brazos varias veces a lo largo del día, sobre todo si pasamos muchas horas sentados delante del ordenador. Estírate o contractúrate: tú eliges.
    • Practicando respiraciones profundas y conscientes, sobre todo cuando notes que estás algo más cansado o ansioso… Respirando calmas la mente y sus procesos mentales más ansiosos.
    • Realizando lo que llamamos «pequeños movimientos», que activan el metabolismo. Activar el metabolismo nos hace sentir más energía en el cuerpo: más oxígeno en las venas, combustión de calorías… Lo contrario es dejar caer tu cuerpo en la silla o el sofá… Al cabo de unas horas, sin hacer nada de nada, te sientes agotado.¿Cómo hacerlo? No es nada complicado: andar por la casa rápido, levantarte y sentarte en la silla 10 veces a buen ritmo y de forma consciente sintiendo tus movimientos, hacer sentadillas como si te agacharas a recoger algo del suelo, jugar con los niños si los tuvieras en casa (carreras de sacos en el pasillo, peleas de cosquillas…).
    • Manteniéndote bien hidratado. Bebe dos litros de agua al día. No valen cafés, bebidas gaseosas y cervezas. Estos ayudan a deshidratarse y las dos últimas, a coger peso (entre otras cosas).
    • Manteniendo una dieta equilibrada. Come un poco menos que en situaciones habituales. Aplícate la regla del 80%: come solo el 80% de lo que comes habitualmente (no me refiero a personas que siguen tratamientos bajo supervisión médica, sino a los que nos gusta comer con alegría…).

Aprovecha para cocinar platos saludables; hay millones de recetas en Internet. Además, cocinar es un planazo para compartirlo con los niños (cortar verdura, amasar masa de pizza casera, etc.) o con la familia, el MasterChef familiar.

    • Durmiendo entre 7 y 8 horas al día. Es esencial para recuperar energía y mantenernos con fuerza al día siguiente. Pero no más, porque puede producir el efecto contrario y reducir nuestra energía y sensación de vitalidad.

2. Cuidarnos meditando 20 minutos al día. O 10 minutos o 5 minutos… para empezar. Y luego, cada día un poco más.

Es una forma excelente de entrenar a nuestra mente para seguir centrada en lo importante y en no caer en pensamientos obsesivos (muchas veces negativos y destructivos) o de mente de mono (erráticos y sin meta, que consumen mucha energía sin llevarnos a ningún sitio). No se necesita nada especial, solo a uno mismo: permanece presente, sentado, respirando y observando la respiración o cómo se llena y se vacía el abdomen.

3. Cuidarnos definiendo una meta, un propósito…

¿Por qué vas a hacer todo este esfuerzo de cambio de hábitos? Por ti mismo. Por tu familia. Porque nos queda mucho por delante que seguir aprendiendo y disfrutando.

Cada uno tiene su meta. Los japoneses lo llaman ikigai. Quizás esta estancia en casa teletrabajando te ofrece muchas horas que antes no tenías para reflexionar sobre tu ikigai y encontrarlo o, mejor aún, si ya lo tienes claro, para fluir con él y dedicarle tiempo.

Y si no lo has encontrado todavía, me atrevo a sugerirte uno: servir a los demás, ya sea tu familia, tu equipo o tus clientes (aunque ahora todos sean virtuales). Servir es pensar cómo ayudarles y hacerlo. Está comprobado que las personas que prestan ayuda a los demás se sienten llenas de energía.

4. Cuidarnos fluyendo cuando nos ponemos a teletrabajar.

Para ayudarte a fluir puedes seguir este hábito virtuoso:

    • Empieza por la intención. Pregúntate: ¿Cómo puedo ayudar al equipo, al cliente, a mis colegas…? Ayudar, servir puede ser tu ikigai.
    • Responde a estas preguntas: ¿Qué es prioritario que termine o haga hoy? ¿Qué necesitan mis colaboradores?
    • Aclara las cosas: ¿Cómo tengo que hacerlo?
    • Y también hay que verificar si se tienen los recursos necesarios antes de empezar.Así, me habré preparado para comenzar sin ruidos ni confusiones ni falta de perspectiva. Es terrible dejarte llevar por la inercia y ver que no avanzas porque te faltan recursos o no has meditado bien qué es lo importante o por qué haces lo que haces: la intención. Las interrupciones derivadas de ello no te dejarán fluir y pueden llevarte a la frustración o la ansiedad por no haber planificado.
    • Concéntrate. Medita durante 3 minutos. Respira profundamente. Recuerda la intención hacia las personas que estás sirviendo. Y, a continuación… 3, 2, 1… ¡acción! Empieza el espectáculo.
    • Descansa cada 45 o 60 minutos. Cuídate aplicando el punto 1 y cuida también de aquellos con quienes compartes este periodo de aislamiento.
    • Felicítate por tus progresos en las tareas y proyectos; felicita a los demás y agradece la ayuda a los que colaboran contigo o te encargan trabajos (sí, da las gracias por el trabajo).

5. Cuidarnos y cuidar a los que nos rodean (física y virtualmente) cultivando emociones que renuevan.

¿Que cuáles son estas emociones? Gratitud, amor, paz, alegría… Como decía V. Frankl, podemos decidir dónde queremos anclarnos. ¿En las emociones que desgastan, rumiando y rumiando emociones negativas (tristeza, miedo, enfado…)? Mejor no. ¿O en las emociones que renuevan? Mejor promover estas.

Pero ¿cómo podemos conseguirlo? Practicando PROA: parar, respirar, observar y actuar. Cuando observes que estás entrando en fase rumiante negativa, para y respira hondo. Observa pensando de forma crítica cómo te encuentras. Míralo con perspectiva. ¿Estás en casa con trabajo, rodeado de los tuyos, sano, con comida en la nevera, música, Internet, libros…? Aprovecha la oportunidad que tienes. Agradece cómo estás y visualiza lo positivo del momento. Depende de ti: empodérate y actúa con emociones positivas por ti y por los que te rodean.

Y si ves que esto no funciona, cambia de actividad y elige alguna actividad física que te ayude a calmarte. Recuerda las acciones del punto 1: estiramientos, cocinar, pequeños movimientos, hacer cosquillas… O las del punto 2: meditar.

Es normal caer en emociones que desgastan. Aceptémoslas. Podemos compartirlas. Podemos sacarlas fuera con mimo y empatía. La tristeza, la rabia… son legítimas, son parte de nosotros. No hace falta exigirnos estar siempre bien, ni tampoco a los que nos rodean. Hoy puedes caer tú y mañana el otro. Cuidarnos, respetarnos y acompañarnos es parte del cuidado emocional.

El reto es no quedarnos atrincherados en las emociones que nos degastan. Reconocerlas, aceptarlas... ¿Y para salir de ellas? Debemos practicar la conversación abierta sobre estas emociones, sobre los temas que nos preocupan, practicando PROA, practicando el punto 1 y 2…

6.Cuidar de los tuyos.

Lo que más necesitan es tu cariño y amor. Aprovecha estos días o semanas para, mirándolos a los ojos (los emoticonos no sirven, porque no estimulan las neuronas espejo), hacer estas cosas:

    1. Decirles «gracias, gracias, gracias» por ser, por estar ahí, por los momentos que compartís. «Gracias por sonreír, o por preparar el desayuno, o por recoger el cuarto, o por ese beso».
    2. Decirles lo importantes que son para ti.
    3. Demostrarles que estás orgulloso de ellos.
    4. Darles abrazos de más de 6 segundos, porque es entonces cuando se activan los neurotransmisores de las emociones que renuevan.

7. Cuidarnos y cuidar de los demás sonriendo mucho es contagioso (un contagio de los buenos).

Además, despierta las neuronas espejo y ayuda a entrar en un círculo virtuoso de alegría y de neurotransmisores de felicidad, placer y paz. Y, como beneficio añadido, mejora el sistema inmunitario.

8. Cuidarnos y cuidar a los demás centrándonos en lo que depende de nosotros.

Como dice la oración de Reinhold Niebuhr, «Señor, concédenos la gracia de aceptar con serenidad las cosas que no pueden cambiarse, el coraje para cambiar las cosas que deberíamos cambiar, así como la sabiduría para distinguir unas cosas de otras».

Se acaba la tribuna. Ya seguiremos practicando PEP. Mientras tanto, teletrabaja, cuídate y cuida a los que te rodean. Eso sí, utilizando el método PEP (positividad, empatía y pensamiento crítico) en cuerpo, mente y corazón, y también en el espíritu.

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