- Fecha de publicación
- Noviembre 2020
- Tecnología
- Artículo
Director del Programa Superior en Internet de las Cosas e Industria 4.0 y profesor de ESIC y CEO de Nektiu.
Una smart city es un sistema dinámico y complejo que permite ofrecer a un número cada vez mayor de personas los beneficios de la tecnología. Según la Organización de las Naciones Unidas, el 68% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050. Esto provocará un reto en los recursos e infraestructuras que son limitados (energía, agua, sistema de transporte, etc.). Para solucionar este reto, nos servimos de los principales factores tecnológicos de una smart city: la conectividad entre las cosas y las personas, la captación de datos, el procesamiento en la nube y la comunicación inalámbrica.
El objetivo de implantar estos factores tecnológicos en las smart cities no solo es automatizar las funciones rutinarias, como optimizar el uso del espacio, los edificios o los sistemas de gestión de tráfico, sino también permitir a las infraestructuras tradicionales integrarse y coordinarse utilizando las nuevas tecnologías digitales para convertirse en sistemas ultraconectados con los que acceder en tiempo real a la información, los productos y los servicios.
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Asimismo, aparecen algunos retos motivados por la automatización, que generan una desigualdad en el talento, la cohesión social, la inclusión, la solidaridad, el entorno digital seguro, la privacidad y la resiliencia, entre los más significativas. Aunque la inversión en estas tecnologías tiene el potencial de acelerar la evolución de la ciudad inteligente, está condicionada por la coordinación entre los tres pilares de una ciudad: la industria (producción), el ciudadano (consumo) y el gobierno (circulación).
En el progreso económico de la smart city se identifican cuatro tecnologías disruptivas con nuevas oportunidades y desafíos: el IoT, el big data, la IA y el blockchain.
La infraestructura de la smart city con la integración de las tecnologías del IoT proporciona una plataforma para que los sensores y los dispositivos se conecten sin problemas en el entorno de la smart city permitiendo el intercambio de información.
Un ejemplo es el proyecto del Ayuntamiento de Madrid llamado MINT Madrid INTeligente, que supone una transformación de servicios como la limpieza, el alumbrado y los parques. Se trata de crear un inventario único y georreferenciado disponible para todos, es decir, una misma información compartida para todas las administraciones, trazabilidad y transversalidad de las acciones y una mayor colaboración ciudadana.
Sin embargo, el IoT genera un gran volumen de datos, muchos de ellos parcialmente estructurados o no estructurados, por lo que son necesarias otras tecnologías como el big data y la IA, que almacenan, procesan y analizan estos datos permitiendo extraer y sintetizar la información relevante para la toma de decisiones e iniciar acciones basadas en los resultados.
El análisis de big data y la IA proporcionan numerosos beneficios económicos y sociales en las smart cities: desde la descongestión del tráfico, el aparcamiento, la optimización del consumo de energía, la atención sanitaria y la seguridad hasta el cambio de la forma en que los ciudadanos viven, interactúan y trabajan cada día.
Como ejemplo, tenemos la ciudad de Santander, que dentro de su proyecto Smart Santander cuenta con una red de 12.000 sensores que ofrecen datos sobre el nivel de contaminación, la emisión de ruido, la humedad o el volumen de tráfico y que gracias a la aplicación del big data y la IA permite generar modelos de predicción. Se ofrecen a los ciudadanos aplicaciones que informan sobre las plazas libres de aparcamiento en tiempo real, el estado de las playas a través de la conexión a las cámaras situadas en ellas o el tiempo de espera hasta la llegada del siguiente autobús.
Y la aplicación de la tecnología blockchain de forma segura permite aumentar la confianza en los datos, lo que favorece un mejor uso de la infraestructura y los recursos de las ciudades facilitando la participación ciudadana, la seguridad, la transparencia, la inmutabilidad o la descentralización de los datos, aunque es importante subrayar que la tecnología blockchain casi siempre va acompañada de otras tecnologías habilitadoras como la IA, el big data o el Internet de las cosas.
Como ejemplo de ciudades españolas que están desarrollando las smart cities, está Valencia, que ha creado diferentes servicios para los ciudadanos. Entre ellos, se encuentran el servicio Geoportal para ofrecer al ciudadano información en numerosos ámbitos; un cuadro de mando con información en tiempo real para la ciudadanía llamado València al Minut; la AppValència, sobre la que se están construyendo muchos servicios de información georreferenciada, y Connecta VLCi, con la que se harán inteligentes 194 edificios de la ciudad y se colocarán sensores (de nivel de llenado y temperatura) en 263 contenedores de vidrio y envases de los pueblos de Valencia.
Sin embargo, el uso de las tecnologías también tiene algunas desventajas o efectos negativos en las smart cities, como son el impacto sobre el medioambiente, la limitación de los contactos humanos, la desculturalización, etc. La confidencialidad es otro tema importante. Así, las tecnologías utilizadas para implementar la smart office, la smart house y la smart health permiten el acceso a una amplia variedad de información privada, por lo que es muy importante educar a los ciudadanos para que sean conscientes de la frontera existente entre la información pública y la confidencial.
Para concluir, queremos enfatizar que la colaboración entre los sectores público y privado, las organizaciones gubernamentales y los ciudadanos es fundamental para la implementación exitosa de estas tecnologías en una smart city.
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