
Programar inteligencia artificial: simulación de comportamientos humanos
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- Septiembre 2018
- Fecha de publicación
- Septiembre 2018
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Ya en el siglo XX, la humanidad se dio cuenta de la importancia que tenía la inteligencia emocional del ser humano. En el Siglo XXI, estamos yendo un paso más allá: intentamos aplicar esa misma inteligencia emocional en la programación de inteligencia artificial.
Imaginemos una situación en la que nos levantemos por la mañana, nos sentemos frente a nuestro ordenador, le saludemos y, porqué no, le contemos el sueño que hemos tenido esa noche.
En base a la imagen que dicho ordenador percibiría de nosotros y nuestro tono de voz, identificaría las tareas que fueran más productivas para nosotros ese día, teniendo en cuenta el humor que habría detectado con el reconocimiento de nuestra imagen y tono de voz.
Esta imagen puede parecernos lejana, pero puede que no tardemos en llegar a ella.
Programar inteligencia artificial: desafíos por superar
Pero, ¿Podemos “poner” inteligencia emocional en la inteligencia artificial? Para responder a esta pregunta, hemos de tener en cuenta la complejidad del concepto: el cerebro humano funciona en dos partes; la emocional y la racional, las cuales se hallan conectadas. Cuanto más fuerte es esta conexión, más desarrollada se halla la parte de la inteligencia emocional.
¿Cómo podemos implementar ésto en los robots? La solución pasaría por crear un “cerebro artificial”. No obstante, ésto implicaría crear millones de neuronas, y más complicado aún, que estén conectadas como en nuestro cerebro.
Además, todavía existen multitud de lagunas sobre cómo se comportan las neuronas en nuestro cerebro, lo cual aumenta sobremanera la complejidad de llevar a cabo esta simulación mediante programación de inteligencia artificial.
Programar inteligencia artificial: Cómo el ser humano empatiza con los robots
No obstante, existe una hipótesis llamada “el valle de la intranquilidad” (the uncanny valley) que dice que, cuanto más parecido es un robot a nosotros, tanto físicamente como en su comportamiento y aprendizaje, el ser humano tiene una percepción muy positiva.
Ésto tiene un pero: en el proceso, tarde o temprano llega un punto de inflexión en el cual esta percepción se convierte en repugnancia. Después, según la inteligencia artificial va evolucionando y se va pareciendo al ser humano, éste empieza a generar energía positiva con la IA e incluso llegan a empatizar:
A este punto de inflexión en el que se empieza a empatizar se le llama el valle inquieto, o uncanny valley.
En resumen, podemos considerar que la percepción del humano ante un robot, cuando sabemos por su estética que lo es, es positiva, aunque tenga características humanas.
No obstante, en cuanto ésto cambia (la percepción del robot es casi humana, y además vemos que se comporta como un humano), tendemos a sacarle las diferencias con el ser humano y a sentir esa repugnancia con respecto a ese robot con el que estamos interactuando. Programar inteligencia artificial teniendo en cuenta esta hipótesis es clave.
A continuación, veremos algunos ejemplos de dichos humanoides:
- Sophia, cuya IA fue desarrollada por SingularityNET, fue dotada de una personalidad cariñosa y compasiva. Es, actualmente, el primer robot en obtener la ciudadanía de un país (en este caso, Arabia Saudí).
- El hotel The Henn Na, en Japón, es el primer hotel gestionado enteramente por robots. En este caso, el cliente puede elegir interactuar con un humanoide, una pantalla o con un robot con forma de dinosaurio. ¿Porqué?
La respuesta tiene que ver con el valle de la intranquilidad: determinadas personas pueden tener un especial rechazo a tratar con un robot que guarda semejanza con una persona de verdad.
Sin embargo, al tener la certeza de que los dinosaurios se extinguieron, no nos importa interactuar con este robot dinosaurio.
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