- Fecha de publicación
- Enero 2021
- Business
- Artículo
Profesor del Departamento de Economía de Finanzas de ESIC y miembro de los claustros docentes del MDF y EMBA. Consultor con una larga trayectoria en banca y mercados financieros; experto en finanzas internacionales y de empresa.
«Si quieres saber el valor del dinero, trata de conseguirlo prestado». Con esta sencilla, pero brillante frase, Benjamin Franklin, uno de los fundadores de Estados Unidos, definió entre líneas uno de los conceptos más relevantes en la economía de cualquier país: el precio del dinero, es decir, el precio que hay que pagar por utilizar una cantidad de dinero durante un tiempo determinado.
Como ya hemos citado en alguna ocasión en este blog, la economía, más allá de su apoyo instrumental en cálculos numéricos, es una ciencia social que estudia aspectos y necesidades relacionados con el comportamiento humano.
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Una de estas necesidades básicas, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, es cubrir el desfase temporal entre la adquisición de un bien y la generación de fondos para pagarlo; y en esta misma situación, aunque los objetivos sean bien diferentes, podemos encontrar tanto a empresas que financian sus inversiones productivas como a economías domésticas (hogares) que financian sus viviendas, vehículos, etc.
Sin profundizar en el análisis del comportamiento de las variables económicas aquí citadas, deducimos de una forma muy sencilla que cuanto mayor sea el número de agentes económicos implicados (empresas y hogares) y mayor el volumen de fondos alcanzado en esa utilización temporal, mayor será también el crecimiento de la economía en la que se relacionen. En consecuencia, el precio del dinero, el precio al que se acuerden esos intercambios, es crítico para el crecimiento económico.
En una economía de mercado, donde la interacción entre la oferta y la demanda fija tanto la cantidad como el precio de las transacciones sobre un determinado bien, la libre negociación entre prestamistas, aquellos que disponen de fondos para ceder temporalmente, y prestatarios, aquellos que necesitan su utilización también temporal, determinaría finalmente el precio del dinero.
Sin embargo, y dada la importancia antes citada para el conjunto de la economía, aquí también interviene el sector público, pues todos los Gobiernos actúan, a través de sus bancos centrales, en la formación de este precio mediante lo que conocemos como política monetaria y que, básicamente, se refiere a las actuaciones que un banco central lleva a cabo para influir en el coste y en la disponibilidad del dinero en una economía, instrumentadas, normalmente, en decisiones sobre los tipos de interés oficiales que, a su vez, se trasladan de manera inmediata a los tipos aplicados por los bancos privados a sus clientes (empresas y hogares) en las operaciones crediticias.
En otras palabras, mediante esas decisiones sobre los tipos de interés oficiales, que como en la actualidad pueden ir acompañadas de medidas complementarias como los programas de compras de activos, los bancos centrales están contribuyendo a la formación de la base de los tipos de referencia del mercado.
Estos tipos de referencia son, a su vez, la base de los precios de la mayoría de los contratos de las operaciones crediticias del mercado (préstamos, créditos, hipotecas, leasing…) y de otros contratos financieros como emisiones de renta fija y productos derivados, por lo que resultan muy relevantes en el conjunto del sistema financiero.
Es precisamente en este contexto de tipos de referencia y en el marco de la fase III de la Unión Económica y Monetaria (en vigor desde 1999) donde aparece el euríbor, acrónimo de Euro Interbank Offered Rate, que refleja «el tipo de interés al que los bancos de la UE y de la Asociación Europea de Libre Comercio pueden financiarse en el mercado mayorista sin garantías», como lo define el Instituto Europeo de Mercados Monetarios, su administrador de cálculo.
Su relevancia es indiscutible, pues, como ya señalábamos, a partir de él se fijan los tipos de gran parte del mercado crediticio y además con trascendencia en sectores de alta sensibilidad a variaciones de precio, como ocurre, por ejemplo, en España con las hipotecas, mayoritariamente referenciadas a la media aritmética simple mensual de los valores diarios del euríbor a un año, media que calcula y publica el Banco de España.
En consecuencia, este índice, como cualquier otro tipo de referencia, debe situarse en un sólido marco de gobernanza, lo que implica que su cálculo, además de estar administrado por un organismo independiente, debe asegurar exactitud, integridad y transparencia, y reflejar la realidad del mercado.
Bajo esta perspectiva, los profundos cambios acaecidos en la estructura del mercado de capitales, a los que se suma el descrédito sobrevenido tras las denuncias en el seno de la UE relativas a la manipulación de precios, exigían modificar la metodología original de cálculo adoptada en 1999 y basada en una encuesta (contribución de datos) a un panel de 50 bancos de la UE.
En la actualidad, como consecuencia de un proceso de reformas iniciado con el Reglamento (UE) 2016/1011 sobre los índices de referencia, el ya citado Instituto Europeo de Mercados Monetarios (EMMI, por sus siglas en inglés) calcula el euríbor mediante un método híbrido en el que, además de reducir a 18 el número de bancos que proporcionan información sobre precios, establece tres niveles de aportación: en el primer nivel están los tipos a los que se cruzan las operaciones reales en el mercado entre bancos y en el segundo, las operaciones precedentes o históricas y donde, en última instancia, se utiliza juicio experto en los casos en los que las transacciones reales no están disponibles.
De esta forma, el EMMI publica todos los días, a través de la plataforma TARGET (Trans-European Automated Real-Time Gross-Settlement Express Transfer System), sobre las 11.00 horas de Bruselas, donde está su sede, el euríbor para cada uno de los siguientes plazos:
- Una semana
- Un mes
- Tres meses
- Seis meses
- Doce meses
Recientemente, el Banco Central Europeo (BCE) ha promovido una iniciativa dentro del sistema financiero para fijar un índice de referencia sustitutivo ante la contingencia que supondría la imposibilidad de calcular y publicar el índice euríbor.
Aun cuando este escenario pueda parecer improbable, dada la destacada relevancia de este índice y su trascendencia en los contratos vigentes en el sistema financiero, el BCE quiere estructurar este «plan B» a partir de un nuevo índice de referencia denominado €STR, acrónimo de Euro Short Term Rate y también conocido como éster.
Este índice, €STR, diseñado para reflejar el coste para los bancos de tomar fondos prestados a plazos muy cortos (overnight) de diferentes contrapartes sin aportar garantías, ya ha sido, a su vez, elegido como sustituto del EONIA, acrónimo de Euro OverNight Index Average, que se considera menos representativo, ya que solo refleja transacciones donde la parte y la contraparte son siempre bancos.
Y aunque por el momento nada cambia, este 2021 que acabamos de comenzar abre pues un posible nuevo escenario para este ya veterano y popular término financiero como es el euríbor, que se dibuja en tiempos extraños, para muchos incluso distópicos, al menos en lo que al sistema financiero se refiere.
En estos tiempos —¡quién nos lo iba a decir!—, el precio del dinero ha alcanzado valores negativos y nuestro banco central, el BCE, tiene como objetivo prioritario generar inflación hasta alcanzar al menos un 2%. En nuestra sociedad debatimos sobre la adopción del dinero privado frente al monopolio del dinero fiat emitido por los bancos centrales, que, ante tal contingencia, se plantean emitir sus propias criptomonedas.
Son tiempos estos en los que, tal vez, se esté cumpliendo esta enigmática frase de Friedrich Hayek, uno de los pilares de la escuela austriaca de economía, con la que cierro este post: «Un orden no intencionado puede ser superior a cualquier otro que sea fruto de intencionada creación».
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