Elon Musk, la comunicación libérrima

Elon Musk, el magnate de origen sudafricano que ha creado empresas millonarias como PayPal, Starlink y Tesla, ha hecho una oferta para hacerse con el control total de la red social Twitter.  

Más allá de cómo acabe esta operación, ya sea aceptada por las buenas o a través de una OPA hostil, lo que está claro que el hombre más rico del mundo ha roto todos los cánones sobre la comunicación corporativa quitándole corsés y límites, pero dejándola en una deriva que puede ser compleja para otros CEO, periodistas, autoridades y profesionales de las relaciones públicas. 

Twitter en lugar de ruedas de prensa 

Twitter ha sido usada por políticos y empresarios para comunicar sus mensajes, aunque esto no es del todo cierto, ya que se trata de una difusión unilateral sin derecho a réplica real. No, los comentarios de los usuarios no son equivalentes a las preguntas de los periodistas. Esto es así por las siguientes razones: 

• Los políticos y empresarios no responden a todas las preguntas que se les formulan a través de Twitter. 

• No se conoce la filiación real de todos los usuarios que preguntan. 

• Muchos usuarios preguntan a título personal, con lo que su interés es más bien individual y no necesariamente recoge las inquietudes de un número representativo de personas. 

• No hay un orden establecido en cuanto a las preguntas realizadas, ya que ni siquiera se responden las primeras que se formulan, sino las que pueden resultar más llamativas o beneficiosas para el portavoz. 

El gusto de políticos y empresarios por Twitter puede resultar en un hurto del derecho a la información de los ciudadanos de todo el mundo, no solamente de donde tienen sus sedes políticas y corporativas. 

El temperamento, la nueva política de comunicación 

Si bien desde hace tiempo se percibía que un carácter fuerte ayudaba a hacerse un hueco en la comunicación contemporánea, lo que se está imponiendo es que los líderes de opinión tengan una personalidad fuerte y que sean sus exabruptos los que establezcan los temas de la agenda. 

Donald Trump probablemente no hubiera llegado a la presidencia de Estados Unidos sin Twitter, pero esta red social quizás estaría en decadencia de no ser por el magnate reconvertido en político. Es esa dependencia la que ha establecido un nuevo parámetro para la comunicación política y corporativa: dejar rienda suelta al temperamento es una ventaja, no una amenaza para la reputación y la credibilidad de los líderes de opinión actuales. 

De esa fuente bebe Elon Musk haciendo un llamado a sus seguidores sobre la libertad de expresión en Twitter mediante la misma red social. Un día se fuma un porro en un podcast, al siguiente vende un lanzallamas y al tercero compra una red social por más de 40.000 millones de dólares. 

El reto para los expertos en comunicación, así como para los líderes de opinión, políticos y empresarios, es poder difundir sus mensajes sin caer en excentricidades ni populismos. No es tarea fácil, no. Y no lo es por el simple hecho de que la celebridad y los desplantes verbales, potenciados por los algoritmos de las redes sociales, generan mayor visibilidad y, por ende, establecen los temas de discusión pública que predominan en la calle, además de obligar a los periodistas a tratarlos en sus medios y a los políticos a retratarlos en sus decisiones. 

Elon Musk no es el primero ni será el último que utilice Twitter como su plataforma favorita de comunicación. La diferencia es que, si se convierte en su dueño, podrá perfilarla a su gusto para sus fines.  

Habrá que esperar para ver por dónde se dirige el estilo que será predominante en los próximos años, aunque parece que la comunicación libérrima al estilo Musk tiene recorrido. 

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