- Fecha de publicación
- Marzo 2020
- Business
- Artículo
Profesor del Departamento de Economía de Finanzas de ESIC y miembro de los claustros docentes del MDF y EMBA. Consultor con una larga trayectoria en banca y mercados financieros; experto en finanzas internacionales y de empresa.
En los veinte años que llevo como profesor de ESIC nunca he dudado que mi principal motor, mi vocación docente, ha sido aprender para enseñar; lo ha sido, lo es y lo seguirá siendo el tiempo que las aulas me quieran acoger.
El pasado domingo, 22 de marzo, emocionado, preocupado, desbordado, resignado (añadan o quiten aquello con lo que se sientan más identificados), me senté a escribir este post con la sensación de que ese tiempo de aprender y enseñar es un deber ciudadano, una tarea irrenunciable con todos y para todos los que tenemos esta profesión y vocación docente.
No entiendan mal esta entrada: no voy a plantear, ni pretendo que mis colegas académicos lo hagan, fórmulas magistrales para afrontar una crisis económica que va a destronar a la de 2008.
Eso no quiere decir que todos y cada uno de nosotros libremente, desde nuestras diferentes visiones y escuelas económicas de procedencia, no podamos poner encima de la mesa soluciones de política fiscal, monetaria o combinaciones de ambas.
Desde luego que sí, y todas ellas, siendo legítimas y potencialmente efectivas, tendrían como actores principales a los Estados y a sus brazos armados en política monetaria, los bancos centrales. Pero no, esto aquí no toca.
Yo quiero centrarme en el aprendizaje de esta lección de vida que, en un mundo que transitaba a una velocidad de vértigo hacia una necesaria transformación digital, nos recuerda súbitamente nuestra vulnerabilidad, nuestra condición —bendita condición— humana frente a la naturaleza.
En nuestra escuela, desde siempre, hemos incorporado a nuestros objetivos de aprendizaje, junto con los conceptos, instrumentos y estrategias de gestión empresarial, competencias de liderazgo para nuestros alumnos, tanto para los más jóvenes que cursan los estudios de grado como para los que, ya curtidos profesionalmente, se sientan en nuestras aulas de posgrado.
Hemos contemplado el enfoque académico de esas competencias desde la perspectiva del ser humano y sus valores, potenciando el pensamiento crítico para fomentar la capacidad de discernir sin renunciar a la integridad en la toma de decisiones de la que siempre nos hablaba el padre Simón Reyes.
A todo ello, y especialmente en este difícil contexto, sumamos la humildad para aceptar el fracaso y aprender con él y de él, porque el fracaso es un hecho que se produce sí o sí en la vida de cualquier empresa, negocio, proyecto y en nuestra propia vida.
A partir de esta «cultura del error», introducida como estrategia académica por el director general, Eduardo Gómez, en el pasado claustro, se han puesto en marcha iniciativas de aprendizaje tan interesantes como Error 404, un espacio abierto que sirve al propio tiempo de parada para reflexionar y trampolín como impulso del siguiente paso.
En este instante, nuestro mundo, ese que habíamos construido, se ha parado por un virus sobre cuyo origen poco importa debatir si conseguimos controlar su propagación (¡quedémonos en casa!) y encontrar la vacuna. Ya tendremos tiempo también de arreglar cuentas pendientes en relación con lo que se pudo haber hecho y no se hizo.
Buscando impulso, ahora toca enseñar, enseñarnos, qué vamos a hacer el día siguiente, ese día que todos queremos que llegue, ese día en el que podamos dejar por fin nuestro confinamiento, ese día en el que podamos retomar la actividad económica de nuestro país, ese día en el que podamos cobrar y pagar toda la deuda de abrazos pendientes atesorados en este periodo de aislamiento familiar y social.
"Ahora toca enseñar, enseñarnos, qué vamos a hacer el día siguiente, ese día que todos queremos que llegue, ese día en el que podamos dejar por fin nuestro confinamiento"
Y social es la economía, naturalmente que sí, una ciencia que se enseña y explica con números, curvas, gráficos, pero que se impulsa o se detiene con sentimientos, expectativas, emociones, alegrías y miedos.
Todos vamos a experimentar miedos ese día después: miedo a salir y exponernos a un nuevo contagio, miedo a perder nuestro empleo si es que aún lo conservamos, miedo a que nuestra cifra de negocio o de facturación descienda, miedo a retomar la actividad económica que este virus detuvo.
Son miedos legítimos todos ellos, que no pueden detenernos como individuos sociales y económicos, porque de esta situación no vamos a salir solo con políticas monetarias y fiscales de los Estados, por necesarias que sean, ni vamos a salir en un largo periodo de tiempo, porque el daño en el tejido empresarial español, país de pymes, va a ser muy profundo.
En esta lección tenemos que enseñar, enseñarnos, que solidaridad económica es adherirse circunstancialmente a la empresa de otros, de esos otros, esas empresas, esos agentes económicos, esos autónomos, que han tenido que parar su actividad.
No quieran leer en este post un romántico llamamiento a la caridad, cuya práctica por otra parte aplaudo; no es eso. Decía que la economía es una ciencia social, pero también circular donde el valor se va transformando de origen a destino entre los agentes económicos que lo intermedian; por eso, en esta lección los más fuertes tenemos que aprender a adherirnos a la causa de los más débiles.
Y la adhesión es una simple cuestión de actitud y de compromiso de aquellos que, por nuestras circunstancias laborales o de mercado no hayamos sufrido en nuestros flujos de caja o en nuestra capacidad de generar ingresos durante este periodo de inactividad.
Por eso tenemos que sacudirnos esos miedos, y cuando hayamos superado el riesgo sanitario, salir a la calle a por aquellos zapatos, aquel libro, que no pudimos comprar en marzo; hacer el regalo del Día del Padre que se quedó en la intención; celebrar, con más alegría que nunca, esa cena familiar o de amigos o de compañeros en un restaurante, y con responsabilidad para no conducir después de haber brindado con vino español o cerveza o… regresaremos a casa en un taxi o un VTC… En definitiva, haremos todo aquello que hacíamos antes, aquello que tanto anhelábamos en el confinamiento, pero esta vez, de forma diferente, pensando en nosotros y pensando en ellos.
En esta lección aprendemos y enseñamos al mismo tiempo.En esta lección no hay profesores, porque todos somos alumnos.De aquí saldremos por usted, por ti, por mí, por nosotros.Nos espera el día después.
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