El coronavirus y la oportunidad para demostrar por qué uno es un manager
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- Marzo 2020
- Fecha de publicación
- Marzo 2020
- Business
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Profesor y Director del Programa Superior en Dirección de Ventas de ESIC y Socio-Director de TDSYSTEM.
«Gestión es hacer las cosas bien; liderazgo es hacer las cosas», Peter Drucker
Alguien, ¡importante, por supuesto!, dijo una vez que las organizaciones son las personas. No le faltaba razón para afirmar tal cosa. No obstante, y es mi opinión, son personas, organizadas, dotadas de recursos y con una dirección clara para conseguir un propósito.
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Creo que la mayoría podemos suscribir esa afirmación, aunque a algunos nos agradaría matizar los ribetes de esta definición, a saber:
Las personas
Respecto a que la organización la componemos las personas, no creo que hoy nadie cuestione semejante afirmación, aunque bien podemos observar como todavía hay organizaciones donde a las personas se las considera un recurso más. Y aquí, la clave está en el más, ya que hace que estas se incluyan en la misma categoría que las sillas, los ordenadores, etc. Y permitidme, sin ánimo de faltarles al respeto a las sillas y a los ordenadores, decir que creo que nos merecemos un poquito más de consideración, no por simple humanidad, que también, sino porque un ordenador o una silla no pueden comprometerse con el propósito y los objetivos de la empresa. Lo más que pueden hacer, que no es poco, es funcionar en el momento en que se lo exigimos.
Por otro lado, algunas organizaciones han «tirado por elevación» y se han dotado de directores de felicidad para que la organización sea el paraíso terrenal. Que conste que, si lo consiguen, yo me apunto a esa empresa. No digo que no se deba buscar la felicidad en el trabajo; yo incluso lo recomiendo. No obstante, esos directores de felicidad que ayudan a todos los empleados a encontrarla en la organización, no estaría de más que focalizaran sus esfuerzos, encomiables por otro lado, en sugerir a los managers que, más que en ayudar a los empleados a encontrarla, no sean ellos el obstáculo para que la encuentren.
¿Crees de verdad que un empleado necesita que su jefe le ayude a encontrar la felicidad o, más bien, que no se la dificulte por falta de medios, directrices y autonomía para hacer bien las cosas? Porque esto a mí me suena bastante a esos profesionales que intentan entretener a un niño cuando él solito se está entreteniendo sin intermediarios ni fórmulas mágicas para ello.
Como decía, ahora trabajamos desde casa. Y seguro que nos haría muy felices disponer de los recursos, directrices y apoyo necesario para hacer bien nuestro trabajo.
La forma de organizarnos
Respecto a cómo nos organizamos y planificamos nuestra actividad, y lo digo sinceramente, creo que somos capaces de hacerlo bien. De hecho, las cosas van saliendo; aunque, todo hay que decirlo, la improvisación nos salva de muchas situaciones y, por qué no, también nos mete en algunos líos.
Te preguntarás: ¿en líos? Bueno, ya sabes, algo que podía haber sido previsto con antelación y no lo ha sido y otro tanto que podía haber sido planificado y tampoco lo fue. Vamos, adelantarse a los acontecimientos que, por cierto, ya estaban anunciados. Es decir, aquí no se exige tener poderes extrasensoriales, sino simplemente ser un poco previsor. Pero estamos «en ello». Y, en ese estar, debemos adelantarnos a dar respuesta a situaciones a las que no estamos acostumbrados y no esperar «a ver qué pasa» para, después, reaccionar con lentitud, todo sea dicho. Aquí podemos pecar de muy precavidos cuando probablemente lo que nos exige una situación nueva y desconocida es dar respuestas rápidas a situaciones desconocidas con visos de incertidumbre que hasta ahora no habíamos vivido.
Pensarás que eso implica correr riesgos y no lo niego. Pero ¿por qué somos directivos? ¿Por tener un despacho un poquito más grande que los demás?, ¿por disponer de un coche más moderno y potente? Quiero creer que no, que si lo somos es para prever posibles escenarios futuros, establecer las cautelas necesarias al actuar sin paralizarnos por su exceso y, sobre todo, por asumir riesgos y responsabilidades a la hora de proponer soluciones a nuevas e inciertas situaciones. Lo contrario es más «esperar a ver qué pasa», actuar «a toro pasado» y como esos meteorólogos que se esfuerzan más en decir el tiempo que ha hecho hoy que en predecir el que hará mañana.
La dirección clara
Yo sospecho, y esto es un barrunte mío, que dirigir por caminos sobradamente recorridos no deja de ser una rutina. Que no está mal, pero eso casi se puede ya programar en una máquina y dar la orden de ejecución. Creo que no es eso lo que se nos exige ahora, o al menos no solo eso. Ahora se nos pide que escudriñemos esos márgenes inciertos de los negocios, esas fronteras diluidas en las que el límite no está marcado, esas ambigüedades de las señales de un entorno en crisis, volátil y multivariable. Ahí, me temo, el protocolo rutinario de dirigir ya no funciona.
Este momento exige a los managers que se adelanten a las circunstancias que puedan darse, que reaccionen con rapidez a lo que está sucediendo y que primen la toma de decisiones eficaces y atrevidas sobre las reservas propias de una persona temerosa. De esas, de las temerosas, sospecho que la organización anda sobrada, pero es clave que no formen parte en estos momentos del equipo directivo.
¡Ah! Se me olvidaba:
- No creo que sea el mejor momento para sacar el ego a pasear y pensar que uno solo puede lograr el propósito de toda la organización; es necesaria la colaboración e implicación de todas las personas. Tratémoslas con respeto y consideración.
- Tampoco creo que sea conveniente sacar a relucir los galones, que a algunos todavía se les puede ocurrir. El control a base de «echar el aliento en la nuca del colaborador» ahora no es conveniente ni posible al estar desubicados físicamente. Controlemos, pero no a las personas, sino lo que está sucediendo.
- Finalmente, lo de hacer «mutis por el foro» resguardándose tras contradictorios comunicados institucionales, que dicen bastante menos de lo que ocupan, no es lo más eficiente ni lo más elegante ahora. Se trata de dar la cara y estar el primero.
Las circunstancias actuales, a todas las personas que desempeñamos funciones directivas, nos ofrecen el mejor momento y la gran oportunidad para demostrar por qué nos promocionaron a un puesto de dirección y por qué merecemos seguir en él. ¡Demostrémoslo!
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