- Fecha de publicación
- August 2021
- Business
- Artículo
Profesor de ESIC. Licenciado en Ingeniería Superior de Telecomunicación, MBA y Programa Superior de Dirección de Ventas por ESIC. Cuenta con 15 años de experiencia en los sectores de las energías renovables y la industria aeronáutica.Actualmente, Director de Ventas de la Unidad de Negocio de Servicios de la multinacional navarra MTorres.
Tras unos cuantos años —precedidos de mis estudios de ingeniería— de experiencia laboral en la industria para diferentes mercados y sectores, os escribo a continuación una serie de reflexiones y puntos de vista relacionados con una pregunta frecuente que nos surge a los ingenieros y las ingenieras a lo largo de nuestra carrera profesional: ¿hacemos un MBA?
Partimos de que este texto pueda ser leído por perfiles de diferentes formaciones. Para los que habéis estudiado ingeniería, es más o menos fácil poneros en situación y saber lo que es cursar una carrera de este tipo. Para los no ingenieros, como introducción a lo que vendrá a posteriori, os sitúo explicando que las ingenierías, independientemente de la rama que se trate, son carreras en las cuales principalmente se aprende a aprender.
¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que durante cuatro, cinco, seis, siete o (a veces, desafortunadamente) más años, el individuo que cursa estos estudios se prepara para asimilar conceptos técnicos de cierta complejidad, que no ha estudiado anteriormente, y esto le lleva ante todo a tirar de sacrificio, tesón, curarse en humildad y conocerse a sí mismo. Nunca se debe generalizar, pero por la mayoría de los colegas y casos que conozco, cuando un ingeniero sale de la facultad, tiene un perfil preparado para adaptarse a lo que pueda venir y remar con decisión en la dirección que se le paute.
Ahora bien, esto tiene una contrapartida y es que muchas veces —ojo, según mi percepción y punto de vista personal— la «alienación» que supone el haber estado todos esos años entre libros nos nubla la vista. Salimos al mercado laboral como una gallinita ciega y no acabamos de tener claro a qué queremos dedicarnos realmente y si nos gustan más los cometidos y perfiles de competencias técnicas o si preferimos un puesto más centrado en la gestión.
Si, según un flujograma de decisión ingenieril, planteo la respuesta a esta pregunta, el perfil relativo a competencias en gestión es un perfil, independientemente del sector donde estemos, al que tarde o temprano le tocará lidiar con alguna faceta del desarrollo de negocio de la organización. En cuanto al perfil técnico, con el paso de los años es muy probable que dicha especialización técnica y su progreso lleve a la propuesta por parte de su compañía de que el ingeniero se convierta en un mando intermedio y gestione el departamento técnico en el que se incorporó a la compañía.
Por otro lado están los más «valientes», desde mi punto de vista, y que, tras un periodo de prueba y experiencia como empleados por cuenta ajena, deciden fundar su propia empresa o ejercer como autónomos en una disciplina concreta. En estos casos, la relación y cercanía al desarrollo de negocio que estén desempeñando es constante y crítica para el desarrollo de su carrera y empresa.
Pues bien, teniendo en cuenta toda la casuística expuesta anteriormente, considero que cursar un MBA claramente le aportará a este ingeniero multiperfil, con esa capacidad de tracción adquirida en la facultad, aptitudes, una experiencia formativa y, sobre todo, una visión más completa de la gestión del negocio.
Un MBA, además de reforzar los contenidos financieros estudiados en algunas facultades de ingeniería, propone una formación en una paleta de herramientas como el marketing, la estrategia y los cuadros de decisión, la comunicación, el trabajo en equipo o la gestión de recursos humanos, entre muchas otras, que es totalmente distinta y complementaria de la vista en la universidad y le permite al ingeniero diferenciarse y explorar nuevas facetas de su perfil para orientar su carrera profesional hacia direcciones que quizás previamente no se había planteado.
Para concluir, queridos colegas, debo subrayar que, tras años de experiencia en el mundo de la empresa —la mayor parte de ellos enfocado al desarrollo de carteras de negocio y al marketing con gestión de equipos—, el Executive MBA que cursé supuso un antes y un después en mi carrera. Cursar este programa me ayudo a ser mejor ingeniero, a tener una visión más completa del negocio que desarrollo y, lo que es más importante, a aportar más valor a la organización de la cual formo parte. Por ello, desde mi experiencia, la respuesta a la pregunta inicial está clara.
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