- Fecha de publicación
- July 2020
- Business
- Artículo
Facilitadora de soft skills en ESIC. Co-creadora consciente de bienestar integral corporativo
Certificada en coaching ejecutivo
El silencio es la crisálida que te permite salir de tu vida de gusano, es la posibilidad de cambio a tu banal existencia, es el fiel amigo que te cuida y vela por tu bienestar, es la entrada a tu universo infinito como creador de tu existencia, es la generosidad de escuchar antes de hablar, es el cocido de las respuestas sabias. Sí, todo eso es silencio.
Sin embargo, el silencio también es una cueva oscura que te pide compromiso, un instigador que te reclama la acción más allá de tus limitaciones, un agitador que te quita la armadura y te alienta a afrontar tus temores con determinación, un demagogo que te convierte en el guerrero responsable de tu vida. El silencio puede ser incluso mortal o la herida más profunda cuando te pones el bozal y no atiendes a las demandas de tus valores y los silencias.
El silencio es la potente paradoja del siglo XXI
«Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras», apuntó acertadamente William Shakespeare considerando el silencio como algo para tener en cuenta antes de agredir o utilizar la palabra de forma inconsciente, dañina o reactiva y, en consecuencia, sufrir de arrepentimiento y dolor. De forma similar, uno de los cuatro acuerdos fundamentales de la sabiduría ancestral de los toltecas (M. Ruiz; 1997) es «Sé impecable con tus palabras». Pero ¿cómo vas a serlo si tu palabra no va precedida del silencio de la escucha? Este valor ya lo habían destacado filósofos ancestrales como Sócrates.
Y es que el silencio no es solo cauto; también puede ser bello y saludable en una sociedad donde lo que más predomina es el ruido tanto externo como interno. Hay muchos estudios que lo demuestran: el silencio refuerza el sistema inmune, promueve la regeneración de células, disminuye la presión arterial, mejora la capacidad de aprendizaje y pone freno al estrés y a la ansiedad (Dr. Mario Alonso Puig). El silencio es también la entrada a la infinitud que está al otro lado de la mente lógica, como apunta el Dr. Joe Dispenza en Rewired. Ya lo dijo Nietzsche: «El camino a todas las cosas grandes pasa por el silencio», fuente fundamental de la creatividad, más allá del condicionamiento del pasado conocido y del futuro predecible. Adentrarse en la libertad del ser y conectar con la conciencia requiere de silencio.
Sin embargo, entrar en el silencio no es coser y cantar. Ese necesario paréntesis de soledad y quietud se nos resiste ¿Quién no lo ha intentado y ha muerto en el intento? Exige coraje, compromiso, determinación y entrenamiento, porque el silencio nos obliga a salir de nuestra zona de confort y a cruzar no solo el umbral del miedo sino también el de la pereza y la inercia.
Cuando me paro en una sociedad donde parar se tacha de «poco productivo», surgen los fantasmas de la culpa, la inquietud y la ansiedad. Bajo la superficie del ruido mental y físico al que nos vemos expuestos con mayor o menor consciencia, está, sin duda, la calma y quizás la verdad, pero hemos de ponernos la bombona de oxígeno para bucear y hacer varias inmersiones de mayor profundidad cada vez para que suceda y no ahogarnos en el intento. Y eso exige práctica y motivación. Así lo describe Pablo d’Ors en su libro Biografía del silencio.
Hasta aquí hemos visto que el silencio merece el arduo recorrido que lo permite y tiene un preciado fin, pero ¡cuidado con él!, porque no siempre es lo más idóneo e incluso en ocasiones puede ser mortal. «Nuestra vida empieza a terminar el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan», apuntó Martin Luther King. «Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena», puntualizó Mahatma Gandhi. Callar cuando no debes genera una herida que, si es reiterada, llega a gangrenarse, te convierte en víctima de las circunstancias y produce la muerte, entendida como la desconexión total de tu ser. Detrás de ese silencio está el miedo al rechazo, al fracaso, al ridículo, a decepcionar a los demás y a perder la imagen. Pero ¿a qué precio? Ser fiel a valores que tienen su base en el amor al prójimo y a ti mismo es el mejor regalo que puedes hacerte a ti y al mundo. Significa en muchos casos no guardar silencio, tener el valor de hablar. En este caso, la ausencia de sonido es el gran enemigo que debes evitar.
Así que sí, «el silencio es el principio de la sabiduría» y sí, «a veces el silencio es la peor mentira». Tanto Pitágoras como Miguel de Unamuno estaban en lo cierto a pesar de la disparidad de sus acotaciones. Es la gran paradoja del siglo XXI. Está en tus manos atenderlo como mejor requiera si quieres potenciarte como ser humano, asegurarte de que la huella que dejes en el mundo sea de la más alta calidad. Atrévete a entrar en él y asumir la aventura que presenta, pero asegúrate de romperlo.
Alza tu voz si así lo consideras oportuno.
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