- Fecha de publicación
- Septiembre 2018
- Business
- Artículo
Profesora del EMBA y del MBA de Dirección y Organización de Personas en ESIC. Desarrollo y aprendizaje de Personas; conferencias sobre Gestión del talento y sobre el impacto de la transformación digital en la dirección de personas y en la colaboración de los equipos.
Han pasado muchas cosas desde el famoso “efecto 2000”. Entonces nos preparamos en todos los campos, siendo más conscientes aún de que, para afrontar los nuevos desafíos, se requerían personas que ayudaran a las empresas a llevar a cabo esa diferenciación, que se formaran para ser un buen líder.
Los departamentos de recursos humanos trabajaron en la búsqueda, captación, retención y desarrollo del talento, creando políticas de recursos humanos enfocadas a salvaguardar ese talento u optimizarlo.
Paralelamente, la denominación de recursos humanos, que se asociaba más a la época tayloriana, fue quedándose pobre para abarcar la dimensión que se quería dar a la gestión de personas. Esto animó a que algunas empresas, las más atrevidas, con la idea de reforzar en el fondo y en la forma el valor que suponía cuidar el equipo de profesionales con los que contaban, se aventuraran a ser las pioneras en cambiar el nombre de departamento de recursos humanos por el de departamento de personas.
¿Cómo impactan las cosas que nos decimos en nuestro comportamiento?
Si nos paramos a reflexionar en cómo impactan las cosas que nos decimos en nuestro comportamiento, el cambio mencionado adquiere sentido, del mismo modo que el significado de las palabras nos evoca una sensación, que a su vez es el detonante de que se disparen unas hormonas u otras en nuestro cerebro.
La química explica este fenómeno: hay palabras que hacen que se activen hormonas como el cortisol, la del estrés, o por el contrario la dopamina, la del bienestar. ¿Cuál de estas dos palabras creen ustedes que genera más dopamina: recursos humanos o personas?
En esta línea, se ha ido poniendo el foco en considerar las emociones y cómo las viven los clientes internos y externos dentro de las acciones que se llevan a cabo en los planes estratégicos, cuyo impacto queda patente en las encuestas de clima laboral y en la experiencia de cliente.
La transformación digital, otro de los desafíos que llegaron con Internet, puso encima de la mesa conceptos como la inmediatez, la rapidez, la agilidad, creando un combinado que se confunde con el verdadero sentido del “aquí y ahora”. Este es un concepto de la psicología humanista que implica estar presente en cuerpo y alma, poniendo la conciencia, el foco, en lo que se está haciendo. Es mostrar la mejor versión de nosotros mismos; el resto es ruido.
¿Cómo podemos ayudar a las personas que nos rodean cada día a buscar la mejor versión de sí mismas?
¿Qué características tiene que tener un buen líder?
Cuando sufrimos experiencias vitales dramáticas, reseteamos nuestras prioridades y encontramos la manera de darnos cuenta de dónde está lo importante. ¿Podríamos cada día antes de acostarnos invertir dos minutos, los que yo llamo “de la ternura”, para alegrarnos por lo que tenemos?
Es posible entrenar nuestra mente para usar bien la energía y no distraernos con aquello que no suma, con esos pensamientos que rumiamos y que disparan nuestro cortisol e incrementan el estrés.
Así son los líderes que hacen falta ahora: líderes que sepan crear entornos de paz y tranquilidad para evitar el ruido que resta, para que la interdependencia dentro de las empresas fluya con armonía y todas las personas que formamos el ecosistema de las organizaciones podamos aportar ese valor que traemos de serie y que hemos ido desarrollando a fuerza de aprender, de poner en práctica, de evolucionar, de cambiar, porque cada día es una oportunidad para hacerlo más fácil y mejor.
Los líderes de hoy deben saber gestionar equipos con tranquilidad y compasión
Los líderes de cualquier departamento necesitan hoy más que nunca ser capaces de estar al servicio de su equipo, utilizando las herramientas con las que cuentan para gestionar personas, para conseguir inspirar y hacer que sus equipos quieran aprovechar cada día el potencial que tienen para ser ese “mejor yo”. Y esto se puede hacer si los líderes tienen una actitud positiva y unos valores personales sólidos, como la bondad o la compasión para evitar el sufrimiento de quienes los rodean.
Respecto a esto último, quiero aclarar que empatía y compasión no son lo mismo: “Están asociadas a patrones diferentes de la actividad cerebral” (Tania Singer, directora de neurociencia en el Max Planck Institute for Human Cognitive and BrainSciences).
Con la empatía se activan las zonas del cerebro relacionadas con el dolor, lo que hace que la situación no sea sostenible durante un periodo prolongado, porque al final nos acabaríamos quemando con ella.
Por el contrario, la compasión está conectada a sentimientos como el amor, y esto nos prepara para el éxito. Además, investigaciones centradas en un gen conocido como DRD4, cuya misión es procesar la dopamina, han mostrado que cuanto mayor es el entorno de compasión, más se incrementa el nivel de aprendizaje.
Hoy, el entorno requiere profesionales ágiles que sean capaces de aprender de sus propias experiencias y las incorporen cada día a la mejor versión de sí mismos. Estos líderes deben ser compasivos y, a la vez, saber crear entornos de paz para que sus equipos se centren en lo verdaderamente importante.
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