A menudo repito en clase que la comunicación lo es todo. Nada funciona si no concurre una buena estrategia en esta materia en sus tres grandes vertientes: la verbal (el qué), la paraverbal (el cómo) y la no verbal (gestos). Hace mucho tiempo que dirigir dejó de ser mandar para evolucionar en liderar. Y, a la hora de gestionar, hay que apoyarse más en la auctoritas frente a la potestas. Quien no lo haga incurrirá en un grave error no solo de estrategia, también de comunicación.
La situación económica terminal que ha creado la crisis sanitaria del coronavirus ha provocado una recesión en todos los sectores, pero el de la publicidad, más sensible a los cambios, se ha retraído más aún. Y los medios de comunicación, que viven de ella, se han colocado en una coyuntura complicada en el que su viabilidad financiera queda claramente en entredicho.La tesis de la que parte esta reflexión nace en la propia dinámica en que se basan los medios de comunicación: su efecto multiplicador.
Las redes sociales pierden credibilidad debido a la desconfianza que provocan las fake news. La humanidad nunca había sufrido un ataque tan grave como este con un canal propagador de sus efectos tan potente e incontrolado como las redes sociales.
La disrupción que ha provocado la llegada de Internet nos ha descolocado en muchos casos, y el mundo del marketing no iba a ser menos. Una de las revoluciones que se anuncian y con la que incluso ya estamos conviviendo en sus inicios, sobre todo los más jóvenes, es la irrupción de los asistentes de voz en la relación con las máquinas. Los clics están a punto de morir, y ya hay un debate abierto en torno a la nueva readaptación a que nos van a obligar.