Una crisis como la que estamos viviendo nos enseña que todo puede ponerse patas arriba de un momento a otro. La situación cambia de forma radical, pero las marcas deben adaptarse a ella para sobrevivir. De todo se aprende. Dicen que incluso de las peores situaciones es de las que mayor aprendizaje se extrae. Yo también lo creo así: aprendemos o, mejor dicho, no debemos olvidar lo aprendido en las situaciones adversas.
Si existe una razón por la cual mi amor por el marketing es tan grande, es por la capacidad que tiene de sorprenderme cada día. Ya llevamos algunas semanas dentro de la espiral provocada por la enfermedad COVID-19 y algo me llama especialmente la atención: la capacidad que tenemos para adaptarnos a nuevas situaciones. Aunque parezca complicado, incómodo e incluso antinatural, esta nueva situación de confinamiento agudiza el ingenio, y la creatividad se expresa de forma totalmente novedosa. A veces, incluso, de forma espontánea.
En mi anterior post hablaba justamente sobre las variables del entorno dentro del marketing y cómo estas cambian de forma rápida, a veces inesperada. Escribía sobre cómo entender, comprender y actuar ante situaciones externas y convertir las amenazas en verdaderas oportunidades. En esta ocasión, y dadas las circunstancias excepcionales que nos rodean a todos, vuelvo a traer un artículo que viene marcado por el entorno, pero ahora dentro de la variable social de forma principal; no es todo lo agradable que me gustaría, pero muy real y actual.
Quizás es una de las herramientas que primero aprendemos cuando estamos estudiando, pero es, a la vez, una de las primeras que olvidamos en la práctica. El entorno es una variable indispensable para desarrollar estrategias de marketing con potencial de éxito y productos o servicios sorprendentes.