Estamos en la era de la obsesión por priorizar al cliente o consumidor, llamados “audiencias” por los medios de comunicación, como ventaja competitiva en las empresas por encima del resto de necesidades. No siempre fue así. Venimos de otras épocas en las que era el producto, la distribución o el canal lo que se priorizaba y la orientación que primaba. Desde 2010 aproximadamente, las empresas empiezan a orientarse al cliente, lo que significa una gran apertura y sensibilidad para alcanzar un profundo conocimiento del consumidor.
Facebook se ha convertido para muchos en la página de inicio y entrada al mundo digital: con la nada desdeñable cifra de 2.000 millones de usuarios conectados al mes, ¿qué empresa o negocio no querría estar en la poderosa red social y crear campañas de Facebook Ads para aumentar su comunidad, leads y ventas?
Cuando se mira desde el exterior hacia la ciberseguridad, parece que todo es ataque y defensa, tecnología para atacar y tecnología para defender. En definitiva, un escenario donde la brillantez de las personas y las capacidades técnicas marcan la diferencia para que tu empresa o tu gobierno no aparezcan tras la palabra “brecha” o “millones de datos robados” o “hackeada la empresa X”. En realidad, son otros factores los que marcan la diferencia de verdad y, entre estos, está el cumplimiento o compliance.
El proceso acelerado de globalización en que nos encontramos y la rivalidad competitiva que trae con ella, así como el incremento de la complejidad, la incertidumbre y la turbulencia de los mercados, han creado un entorno en el que mantener una ventaja competitiva durante un largo período de tiempo es difícil de lograr, sino imposible. Como consecuencia, algunas empresas, especialmente grandes organizaciones, están abordando cambios en la forma de organizar sus procesos y disponer de sus recursos para obtener ventajas competitivas transitorias.