- Fecha de publicación
- Febrero 2021
ESIC Business & Marketing School
Francisco Torreblanca, profesor de Posgrado ESIC Business School y Director de Sinaia Marketing, ha realizado un análisis para conocer en profundidad cómo serán las relaciones del futuro. Un repaso al algoritmo del amor y unas conclusiones sobre el papel de las redes sociales y las apps a la hora de encontrar el amor.
San Valentín llega como cada año y el concepto amor adquiere una alta notoriedad. Esta festividad de origen cristiano se celebra cada 14 de febrero (aunque en los últimos tiempos las marcas lo extienden todo lo que pueden). En este día se conmemoran las buenas obras realizadas por San Valentín de Roma, que están relacionadas con el concepto universal del amor y la afectividad.
Precisamente el amor es el estado emocional más potente que existe, como lo certifica Dylan Evans, académico británico autor de libros sobre las emociones. En su modelo de los 12 estados emocionales (6 primarios y 6 secundarios), destaca cómo el amor es capaz de crear auténticas revoluciones internas en el ser humano. También se habla de ello en uno de mis libros favoritos (que recomiendo encarecidamente): Lovemarks. Creado por Kevin Roberts (otro autor británico), el libro se fundamenta en el amor hacia las marcas.
Todo lo referente a la conceptualización clásica del amor es realmente interesante. Pero igualmente lo es cómo ha evolucionado hacia el escenario actual, donde la digitalización tiene un peso específico enorme y donde el amor ha pasado a ocupar un espacio predominante.
Lo que empezó siendo algo “a modo de prueba” con la llegada de las primeras redes sociales (Facebook tuvo un origen relacionado con el ligoteo), pasó poco a poco a las aplicaciones de búsqueda de pareja (puede que de modo serio o simplemente puntual), llegando en la actualidad a un grado de evolución que, en ocasiones, asusta.
Un atajo directo para las relaciones: apps para encontrar pareja
Tinder es quizás la más conocida en la actualidad dentro de las aplicaciones más “convencionales” de búsqueda de pareja. A nivel de marketing siempre le deberemos el haberse apropiado una acción que se ha exportado a otros ámbitos como el “match” (se produce cuando el interés de ambas personas es mutuo). Meetic, que tiene rasgos más serios y estables, Badoo (más informal y atrevida), OkCupid o Happn son otras alternativas segmentadas (supuestamente) para que solteros y solteras puedan conocerse y que tienen como base conectar a las personas con gustos e intereses similares a raíz de la información aportada por dichos usuarios.
La clave para que todas ellas puedan funcionar es que, tras la pantalla, perdemos en gran medida el miedo al rechazo y somos más atrevidos. No existe la comunicación no verbal, no tenemos que mirar a los ojos, las sensaciones a través de lo digital distan tanto de lo físico que muchas veces casi podemos llegar a ser otra persona (me gusta llamarle “el otro yo”). En el ámbito digital estamos aprendiendo a gestionar dos vidas o perfiles de personalidad distintos, algo que se ha normalizado y que ya a nadie extraña. Quien sea usuario de Tinder sabrá perfectamente de qué estamos hablando.
Por el camino se han quedado opciones microsegmentadas y llamativas como Gluten Free Singles, que pretendía unir a parejas cuyo estilo de vida (intolerancia al gluten) era el principal reclamo. Quizás un enfoque tan forzado como este necesitara de otros argumentos adicionales para funcionar como las anteriores, aunque la idea de focalizar en un nicho tan concreta me resulta tremendamente sugerente.
Redes sociales, quizás la forma más sencilla de crear relaciones
Otro aspecto interesante que podemos destacar, fuera del ecosistema concreto de aplicaciones para buscar parejas, son simples indicadores en redes sociales, como los likes de Instagram, entre otros. En el público joven, donde la digitalización es un elemento clave para entender las relaciones, el rastreo de likes en imágenes, vídeos o stories puede suponer todo un mundo de sensaciones. Muchas de estas interacciones son consideradas por sus receptores como pequeñas “señales” de que las otras personas están interesadas en ellos de un modo “romántico”.
Saber quién ha podido ver tu contenido concreto, intentar detectar cuándo, cómo e incluso por qué se ha recibido ese like dispara loops de dopamina que pueden llegar a convertirse en adictivos. Es el lenguaje de estas redes, son sus reglas y la incertidumbre siempre ha jugado un papel determinante en la vida del ser humano desde su existencia.
Si a esto le sumamos cierta dosis de prohibición, que puede venir vía privacidad de los perfiles o ciertos filtrados de acceso, nos podemos encontrar ante auténticos juegos de estrategia de relaciones personales. En marketing siempre decimos que lo prohibido despierta el deseo.
¿Se puede predecir el amor?
El big data, apoyado por tecnologías como la Inteligencia Artificial (IA), son capaces de crear perfiles y arquetipos de personas que pueden conectar y ser conectadas con un asombroso margen de éxito, como se demuestra en un reciente estudio de Business Insider.
En dicho estudio, desarrollado en 2020 con IA, se analizaron relaciones románticas fundamentadas en datos recopilados de más de 11.000 parejas, logrando identificar los principales factores de predicción que hacen que las parejas se sientan felices en su relación.
La investigación llevada a cabo en este proyecto contó con el análisis de diferentes rasgos como, por ejemplo, el grado de satisfacción de una persona con la vida, su nivel de ansiedad, las experiencias sobre el matrimonio de sus padres, etc.
Los hallazgos del estudio, publicados en portales de prestigio como PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) o Science Alert, determinaron que las variables específicas de las relaciones eran aproximadamente 2 o 3 veces más predictivas que las diferencias individuales.
¿Qué significa esto? Básicamente, que el tipo de relación establecida con una pareja puede ser más importante para su felicidad que cualquiera de sus características individuales. En definitiva, amor.
¿Cómo serán las relaciones sentimentales del futuro?
Pero ¿a dónde nos lleva este panorama? ¿Deja de ser natural que el amor pase por este tipo de filtros para convertirse en un algoritmo perfecto? ¿No debería el amor ser como había sido hasta ahora? Esta “perfección” provoca que los ingredientes innatos del amor queden relegados. Hablo de la irracionalidad, lo aleatorio de conocer a alguien, las expectativas e incertidumbre que retroalimentan a este estado emocional, etc. Es decir, la esencia del amor.
Por todo ello, en estos momentos se nos presenta una curiosa paradoja: ¿es realmente amor lo que la tecnología nos ofrece con los perfiles que considera adecuados para alguien? O, ¿es quizá el amor esa cosa que todos llegamos a sentir en algún momento de nuestras vidas por alguien y que está lleno de imperfecciones?
Como amante del mundo digital, me parece genial cualquier avance propuesto y estoy abierto a todo tipo de innovaciones. De hecho durante el periodo de confinamiento generalizado a causa de la pandemia del coronavirus, la tecnología ha permito que hayamos podido establecer relaciones más allá de lo físico, aspecto que ha resultado enormemente positivo.
Como conclusión, simplemente, lo que cada persona debe valorar es si prefiere un amor irracional e imperfecto o, si por el contrario, puede optar por apoyarse de las herramientas del hoy (y del mañana) para intentar acertar con su otra “media naranja” a medida.
De momento lo que sí sabemos es que el avance imparable de la IA, entre otras tecnologías, seguirá evolucionando para llevarnos en poco tiempo a otros escenarios inimaginables hasta hace muy poco. En fin, la paradoja del amor.
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