Esta semana los alumnos del MBM de ESIC hemos tenido la oportunidad de disfrutar de una sesión de »On The Edge» tratando directamente y de una forma muy dinámica la desigualdad, y su impacto directo sobre el crecimiento como sociedad.
Esta corta reflexión, he querido abordarla de una manera diferente. En lugar de replantearnos las causas o las consecuencias, reformular las preguntas. ¿Nos está frenando realmente la desigualdad, o por el contrario nos estamos frenando nosotros?
Para responder esta pregunta tenemos que tratar de conocer de dónde provienen las desigualdades que actualmente vemos en el mundo, y, entender, si estas van implícitas al desarrollo social que hemos adaptado, o si, por el contrario, se pueden cambiar, y en este caso cómo hacerlo.
Las desigualdades actualmente llegan por todos los frentes, y se pueden encontrar en todos los ámbitos de la sociedad. No solamente desigualdad social, o desigualdad de género. Actualmente la desigualdad la encontramos en la educación, en la distribución de la riqueza, o en aspectos que deberían ser tan imparciales como el propio trato de la justicia. Ver las desigualdades no es una tarea fácil, pero la tarea de verdad difícil es comprender de dónde provienen estas, y sobre todo, cómo atajarlas.
En la sesión se trató en repetidas ocasiones el tema de la educación, y coincidiendo prácticamente todos en que esta es la piedra angular sobre la que se construyen valores como el respeto y la tolerancia, o cualidades negativas como la tendencia a la intolerancia o a la desigualdad. Se debatió si era más importante la educación en el propio núcleo familiar, o si por el contrario lo que marcaba el camino de las personas era la educación escolar recibida. Además de esto, intercambiamos ideas sobre si esta tenía que ser pública, privada, gratuita o no, etc.
Lo que esta sesión me hizo plantearme, fue, hasta qué punto, el estancamiento en el crecimiento como sociedad que la desigualdad ha producido y produce, ha sido provocado por la propia sociedad. Me hizo plantearme hasta qué punto como sociedad, nos hemos tropezado nosotros mismos con nuestros propios constructos, generando una tendencia que, va ya tan implícita al propio desarrollo de la sociedad (aunque paradójicamente lo frene), que difícilmente contemplo, ni que se pueda llegar a corregir por completo, ni tan siquiera un atisbo de intención por nuestra parte como sociedad, de querer revertirlo.
Un cambio es necesario, pero un cambio en la mentalidad de las personas, en la concepción de desarrollo, en el respeto a los demás, un cambio estructural que, ha de partir desde esta piedra angular que es la educación.