La desigualdad puede estar presente en diferentes situaciones y momentos de la vida, como puede ser la desigualdad en la educación, en la alimentación o en la sanidad.
Para reducir la desigualdad en educación hay que empezar desde los primeros años de vida de los niños/as. Como se demuestra en estudios recientes, existen familias que no pueden llevar a sus hijos a las guarderías dado el impuesto económico que esto supone. Hay que dar a ver desde pequeño que la igualdad no es tener lo mismo que los otros, sino dar al que no tiene lo que necesita. En ese momento habría una equidad entre todos y por tanto justicia, una palabra que va de la mano de igualdad.
Estamos hablando de familias que no tienen la capacidad económica para otorgar a sus hijos e hijas los recursos necesarios para hacer frente a sus etapas académicas. En esos momentos tendrían que estar presentes las administraciones públicas para que estas situaciones no sucedieran, ya que esos niños/as que estamos educando son el futuro y tienen que tener las herramientas para desarrollarse y crecer en el mundo actual. En este ámbito realizar políticas correctas y eficaces, que no sean abusivas, son primordiales para poder solucionarlo. Hay diversas formas de saber qué familias lo necesitan, por ejemplo, sabiendo cuáles son sus ingresos anuales, rentas, etc.
Con todo ello, lograríamos aumentar la clase media que se está perdiendo. Estamos cansados de oír, los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres, pero es la verdad. Un estudio realizado en 2019 muestra que con la crisis una de cada seis familias cayó en pobreza extrema. Habiendo 617.000 familias que no tuvieron ningún tipo de ingreso en sus casas. Datos que parecen no ser reales en un país desarrollado, pero que lo son y hay que afrontarlos.
Tampoco favorece la subida de la electricidad reflejada en la factura de la luz y la subida de los alimentos de primera necesidad en los supermercados. Y con una guerra, que nunca tendría que haber ocurrido, subiendo los costes de las materias primas, su producción y su correspondiente transporte. Sectores que ya no soportan más los gastos, y los gobiernos no ayudan a cambiar esta situación, ni proponen medidas para solucionarlo. Esas medidas que no llegan y tienen que ser los ciudadanos los que acarreen con las subidas del combustible, las de la luz y con la subida del precio de todos los productos, provocando que aumente la brecha entre las diferentes clases sociales.
Sin olvidarnos de la desigualdad en la alimentación, tenemos un grave problema de obesidad que parece que nadie quiere solucionarlo. Observamos en los supermercados que los alimentos más perjudiciales para la salud son los más baratos y por tanto los que más se consumen. Esto unido a la falta de información nutricional y la falta de tiempo de los padres para conciliar su vida familiar y laboral, es el cóctel perfecto para que el problema se vaya agravando.