Situaciones críticas: ¿Aprendemos a gestionarlas?

Una situación de crisis se define como un momento de intensa dificultad, interrupción y peligro. Es más complicada de abordar que un simple problema porque de ella no se deriva una única solución, el caos siempre esta presente y la recuperación puede conllevar diferentes complicaciones asociadas. Sin embargo, también suelen suponer puntos de inflexión en cuanto a la actividad desarrollada hasta el momento, proporcionándonos grandes oportunidades para crecer, desarrollarnos y trabajar nuestra resiliencia, atributo tan deseado y aclamado actualmente.

En este sentido, no cabe duda de que, en una crisis, los líderes sirven como pegamento organizacional, apoyando a las personas mientras continúan desarrollando su trabajo, siempre encaminado hacia la posibilidad de mejora. Por ello, es importante que, como líderes, adquiramos las habilidades necesarias para dirigir a nuestro equipo en situaciones turbulentas, priorizando lo que podamos aprender frente a las posibles pérdidas que se den en el proceso.

Y con respecto a ello, existen una serie de preguntas clave que debemos hacernos, que no son excepcionales, pero ayudan a que posteriormente la gestión sea efectiva. Por ejemplo, ¿qué está en juego para nosotros?, ¿qué necesitamos hacer?, y ¿cómo podemos ayudar?.

Michael Robert, profesor de la Universidad Bryant, hace lo que me parece una muy interesante aportación al tema: en una situación de crisis, debemos siempre confiar en nuestra experiencia, en nuestros instintos. No obstante, también es necesario que miremos hacia fuera y confiemos en el criterio de los demás, tomándonos el tiempo necesario para recibir y escuchar sus comentarios.

Es decir, en un equipo y, especialmente en una situación crítica, las opiniones de todos deben ser tomadas en consideración, pues nos facilitarán el ponernos en el lugar de diferentes puntos de vista.

Por esto mismo, comunicarse de forma temprana y con frecuencia con el equipo es fundamental. Debemos compartir lo que conocemos, lo que creemos anticipar y, por último, aunque no menos importante, lo que aún no sabemos con respecto a la situación que atravesamos. Y este proceso debe ser inmediato pues, como bien podrás suponer, una crisis exige una acción rápida si se desea minimizar el daño que pueda traer consigo.

Podemos decir que un buen procedimiento podría estar basado en tres fases: 1) evaluar la situación, 2) escuchar y reunir la opinión del equipo y 3) formular un plan coherente. Y, con respecto a este último punto, es conveniente explicar al equipo por qué debe actuar, no limitarnos a designar quién hace qué.

Nuestra función, como líderes, será trabajar hombro con hombro, supervisar y observar el panorama en general, permitiéndonos potenciar una visión creativa y el pensamiento estratégico adecuado.

Sin embargo, no siempre podremos tener toda la información que deseemos sobre la situación para poder resolverla sin dificultad alguna. Tendremos que trabajar con la información disponible que, a menudo, será limitada. Por ello, es importante que contemos con la posibilidad de que, en algún momento, deberemos reformular el plan tomado inicialmente. Pero, si dicho plan inicial no nos proporciona el éxito que deseábamos, es posible que la desmotivación y el desánimo se hagan palpables entre las personas de nuestro equipo, por lo que cabe preguntarse: ¿cómo podemos continuar proporcionando el impulso necesario al equipo si nuestro plan inicial falla?.

Pues bien, en este sentido, existen diferentes acciones que pueden ayudarnos. Reasignar el trabajo o intercambiar miembros del equipo del proyecto puede ser beneficioso. Compartir datos sobre el progreso también, pues la información sobre sus resultados, aunque no sean todo lo positivos que cabría esperar, puede proporcionar el feedback necesario para que el equipo sepa que su esfuerzo esta siendo productivo. Y, de hecho, para que continúen siendo productivos, es fundamental que fomentemos el tiempo libre, aunque solo sea medio día, si el proyecto así lo exige. Esta acción les permitirá recargar energías, potenciando su eficiencia cuando vuelvan a desarrollar su trabajo nuevamente.

La empatía es fundamental, pues debemos reconocer la presión a la que, en algunas ocasiones, están y estamos sometidos todos los miembros del equipo, reaccionando con compasión. Identificar y reconocer las emociones en una situación de crisis, así como tomar una actitud de ayuda, podrá facilitar que el clima de trabajo sea todo lo relajado posible dentro de las circunstancias.

Una vez que la situación crítica haya comenzado a decrecer en cuanto a intensidad y dificultades, nuestro deber será ayudar a todos los miembros del equipo a iniciar el movimiento hacia una nueva normalidad, afrontando las pérdidas y los daños colaterales que hayan ocurrido durante el proceso.

Finalmente, no debemos olvidar que las situaciones críticas sucederán más de una vez en nuestra vida, por lo que es importante preparar al equipo para las crisis venideras, proporcionando la capacitación y recursos necesarios para poder afrontarlas con éxito.

Tal como comentaba en el inicio de este texto, una situación crítica conllevará trabajar bajo alta presión e iniciar acciones que quizás, en otras circunstancias, no serían necesarias. Sin embargo, también debemos ver el gran lado positivo: podrá permitir el aprendizaje y crecimiento necesarios y fundamentales para enfrentarnos a situaciones similares de la manera más eficaz posible. Como bien se expone en el curso Harvard Manage Mentor, todas las crisis contienen semillas de oportunidades, y debemos buscar dichas oportunidades todos los días.

Bibliografía

Inspiring Benefits (2020). ¿Qué es la gestión de crisis? ¿Cómo podemos afrontarla?. Disponible en: https://www.inspiringbenefits.com/gestion-de-crisis-que-es (Acceso: 23 de mayo de 2021).

Ionos (2020). Gestión de crisis: cómo afrontar situaciones de emergencia. Disponible en: https://www.ionos.es/startupguide/gestion/gestion-de-crisis (Acceso: 24 de mayo de 2021).

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