En un mundo tan globalizado, es necesario saber cómo comportarse a la hora de hablar o negociar con otras culturas. Es un asunto de vital importancia ya que, en cada ocasión, se debe seguir un protocolo: dónde se lleva a cabo la reunión, cómo nos dirigimos y hablamos, qué personas deberán asistir y hasta que tono de voz y velocidad es la correcta para transmitir lo que se quiere.
La diversidad cultural hoy en día es una realidad, las estrategias locales no necesariamente dan resultado en un contexto internacional. Es necesario indagar antes de iniciar una negociación con un país extranjero y empaparse de todo lo posible si lo que se quiere es tener buenos resultados. Apuntes como la puntualidad, los gestos o las miradas, juegan un papel fundamental en este tipo de encuentros y es muy difícil dejar de lado la forma de ser que va intrínseca en nosotros y ponerse una máscara.
Todos los matices anteriores, son subjetivos y no es fácil abordarlos todos al mismo tiempo, así que se deben seguir unos pasos y tener unas bases claras. Se ha de tener claro que no es lo mismo cerrar un trato con ciudadanos latinoamericanos que con chinos. Por ejemplo, los primeros son más cercanos, cálidos y hasta mezclan el sentido del humor. También son persuasivos y hasta pueden llegar a usar el “regateo”. Por otro lado, el ciudadano chino es un poco opuesto, también se muestran cercanos (no como los japoneses que son fríos desde un inicio) pero requieren de muchos detalles e información para seguir con una negociación. Son más reservados, pero les gusta hablar de cultura y que el interlocutor tenga interés sobre sus costumbres y su país.
Además de todos estos puntos, para complicarlo un poco más, cabe destacar otras variables como: la edad, el género, el nivel jerárquico y el área funcional de el interlocutor. Es otro desafío por el que se tiene que pasar y se recomienda lo mismo: estudiar bien las personas con las que se va a negociar, intentar tener toda la información posible para poder preparar la reunión y estar en sintonía con los interlocutores.
Así vemos, claros ejemplos de que se debe ser como un camaleón, adaptarse en cada negociación y hacer sentir al interlocutor como en casa. Es la mejor manera de acercarse a ellos y poder cerrar así un trato. Lo más importante, al fin y al cabo, es ser precavidos, tener espíritu de adaptación y versatilidad, ser analítico con el entorno y empaparse con la cultura.