Es un hecho que, cada vez más, escuchamos, vemos y oímos casos de violencia y desobediencia en el día a día.
Violencia política, violencia doméstica, violencia escolar, violencia callejera, violencia laboral, -y paro aquí por no hacerlo demasiado largo-.
Y es común, tras hacerse eco de la desagradable noticia, el oír: “Qué mal está la gente hoy en día.”.
Pero, ¿Qué pasaría si os dijera que esta gente es, nada más ni nada menos que, un fruto de la situación actual? Que son un fruto de ver en la televisión su programa favorito a la hora de comer, que son un fruto de visitar su grupo de Facebook en sus momentos de ocio, o que son fruto de ojear el Instagram durante el día, como hacemos todos.
Me explico.
Nos encontramos en una situación en la que cada persona tiene el poder de elegir lo que quiere ver y escuchar en cada momento. Consiguiéndolo a través de tener un mando a distancia con el cual cambiar de canal cómodamente desde el sofá, o un botón para cambiar la emisora de radio, o con el hecho de poder elegir el partido político al que quiere votar.
Sin embargo, perdonadme que diga, el problema no esta en la persona de “a pie” que cuenta con la capacidad de elegir, la cual siempre estará vigente en una sociedad regida bajo democracia, y la cual defiendo y creo absolutamente necesaria. El problema se encuentra en el hecho de una falta considerable de pensamiento crítico y respeto por parte de la sociedad, la cual quiere, y se cree que merece en todo momento, de razón en todos sus opiniones y puntos de vista.
Y esta falta de pensamiento crítico, perdonadme otra vez, es un “caramelito para la sociedad”. Y se produce en cadena, pero en cadena masiva, tipo como una panificadora industrial que te salen los panes “como churros”.
Y es que quién, si no una persona sin pensamiento crítico, sería capaz de atender, asumir y comprometerse sin problemas a su canal favorito de televisión, con las diferencias y subjetividades de información que se dan entre cada canal… ¿Quién, sino una persona sin pensamiento crítico, puede seguir y defender contra viento y marea un partido político que abuchea e insulta al contrario, sin respeto, en una reunión en el Congreso de los Diputados?
Entonces, si aquí, en la falta de pensamiento crítico, se encuentra el kit de la cuestión… Solo me hace falta apuntar que esto va viento en popa.
El hecho es que, no culpemos ni señalemos al que se alía a partidos extremistas y luego sale a la calle a quemar contenedores, no señalemos al intolerante de la conversación que se altera cuando el resto del grupo no apoya su opinión. No culpemos a la mujer que no quiere ponerse la vacuna porque, en su canal de televisión le han dicho que da trombos, mientras que organismos internacionales dicen que es segura. No culpemos al adolescente que se niega a ir al colegio porque prefiere ir a su grupo de violencia callejera, donde se siente uno más.
Y no nos llevemos las manos a la cabeza porque, cuando encendemos la tele, vemos a gente gritándose entre ellos, o ministros – gente de referencia, se supone- vociferando “Váyase al médico” en tono de burla tras escuchar casos de trastornos mentales tras una pandemia que ya dura más de 365 días.
No pidamos peras al olmo.
Y que no me digan sorprendidos que escriba un artículo sobre la polarización, cuando los que polarizan, son los que llevan la batuta del concierto.