Lo vemos día a día. O te adaptas o mueres.
Y con el capitalismo no podría ser distinto.
El capitalismo, considerado como «un sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la importancia del capital como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través del mecanismo del mercado«, se encuentra en la cuerda floja.
Y es que nos encontramos en un punto en que el avance de la sociedad está dejando atrás el mecanismo de acción de este sistema económico, por lo que se demanda que sufra una adaptación, y esta adaptación debe orientarse hacia un ámbito más social, más humano. Esto conlleva que, a la hora de valorar los grupos de interés de este nuevo capitalismo, debe ser considerada la población en su conjunto, considerando a cada persona como un potencial generador de valor, tanto económico como social.
Es decir, la nueva moneda de cambio no va a ser el euro, ni el dólar, ni definitivamente el bitcoin. La nueva moneda de cambio es todo aquello, material e inmaterial, inmediato y futuro, que puede ganar una persona u organización con una acción, y esto va mucho más allá de lo que estamos acostumbrados hoy en día.
En una sociedad tan consumista como la actual, el cambio del sistema del capitalismo parece un atentado hacia nuestra zona de confort. Este cambio se presenta en nuestras mentes como un sacrifico escrito en letras mayúsculas, ya que, no solamente es sacrificar el sistema económico inédito en nuestras vidas, sino todas las comodidades y costumbres que van ligadas a él.
Sin embargo, no todo tiene que ser ni blanco ni negro. De hecho, el gris se nos podría presentar en forma de un consumo basado en la consumocracia y en la compra inteligente.
La consumocracia se refiere «al empoderamiento actual de algunos consumidores en el mercado a través de un consumo responsable o consciente apoyando bienes, servicios y compañías social y medioambientalmente respetuosas que no persiguen exclusivamente su lucro económico.» (Bécares, 2019)
Por lo que se podría decir que estamos ante un inminente consumo inteligente donde, no solamente se valora la relación calidad/precio, sino que entra otro componente en juego. Y éste es el impacto medioambiental y sostenible que juega este producto o/y servicio en toda su cadena de valor.
Pero, para que esto se pueda llevar a cabo, sería necesario que organismos públicos y privados, así como el gobierno o empresas, se involucraran en la causa. Por ello, sería aconsejable que se declarasen políticas de baicot -que no boicot- donde en vez de penalizar a las empresas que no realicen lo aconsejado para llegar esa consumocracia, se premiase a las que sí lo hicieran.
Además, considerando el cambio de mentalidad que estamos experimentando debido a la crisis sanitaria de la COVID-19, tal vez sería el momento perfecto para empezar a actuar. Ahora, que estamos empezando a apreciar que lo realmente importante ni se vende ni se compra, y ahora, que comprendemos que necesitamos cuidar del planeta para poder seguir viviendo en él, deberíamos concienciarnos aún más.
Pero hagamos lo que hagamos, el cambio del capitalismo es un hecho tan real y evidente que, o nos unimos a su movimiento, o nos veremos arrastrados por él.
Como empresa, como consumidor o como persona, tú decides surfear la ola del nuevo capitalismo, o ahogarte en ella.
Galán, J. S. (2021, 17 enero). Capitalismo financiero. Economipedia. https://economipedia.com/definiciones/capitalismo-financiero.html
Bécares, G. (2019, 10 mayo). Consumocracia: viabilidad y utopía del sistema productivo. Ethic. https://ethic.es/2018/10/brenda-chavez-consumocracia/