El proceso de toma de decisiones puede ser muy complejo dependiendo de la importancia de la decisión, de la incertidumbre y del riesgo asumido, entre otras cosas. Por ello, es necesario reducir al máximo la probabilidad de error, por lo que se deben conocer cuáles son los sesgos más habituales a la hora de tomar una decisión y cómo podemos evitar caer en ellos. Entonces, nos encontramos con los siguientes errores comunes:
- Basarse en experiencias pasadas o en sucesos habituales. Básicamente, consiste en tomar una decisión que en el pasado funcionó o que normalmente es efectiva, lo que no quiere decir que sea la más adecuada en esta ocasión. Por ejemplo, una empresa lanza un producto al mercado italiano que tiene gran éxito y, dos años más tarde, basándose en el éxito que tuvo en Italia, lanza un producto similar en Irlanda y fracasa.
- Exceso de confianza en nuestros supuestos. Normalmente, no cuestionamos nuestras propias premisas, lo que puede nublar nuestro juicio y llevarnos a seleccionar una alternativa inadecuada.
- Afinidad por el estatus quo, es decir, estar tan conformes con la situación actual, que no planteamos o estudiamos nuevas alternativas.
- Deseo de confirmar nuestras opiniones. A veces, estamos tan seguros de que una alternativa es la adecuada, que no analizamos con profundidad sus pros y sus contras, y buscamos el apoyo de los demás, para reafirmar que estamos en lo cierto.
- Apegos emocionales, esto es, estar tan vinculado con una propuesta, que creemos que es la mejor.
Es importante conocer estos sesgos, para identificarlos a tiempo y evitar cometerlos. Podemos tomar diversas medidas para no caer en estos errores típicos, como analizar nueva información u otras perspectivas, por ejemplo, documentándonos más acerca del tema sobre el que estamos decidiendo; debatir con otras personas sobre los retos y alternativas de la decisión (conocer otros puntos de vista) y/o que alguien de un nivel superior deba aprobar dicha decisión.
Realmente, actuar ante estos sesgos es sumamente importante, ya que, de lo contrario podemos cometer errores graves e incluso irreversibles y muchas empresas lo han vivido. Un caso es el de la empresa Kodak que, en 1973 contrató a un ingeniero llamado Steven Sasson, quien inventó el proceso que nos permite tomar fotos digitales y enviarlas a otros dispositivos. La empresa podría haber desarrollado la idea, sin embargo, decidió no hacerlo ya que temía que este negocio impactara negativamente en su negocio habitual, de venta de rollos. Según Steven Sasson, sus jefes estaban seguros de que nadie querría ver las fotos a través de dispositivos electrónicos, como la televisión. Su confianza excesiva en este supuesto, les llevó a cometer un gravísimo error, que llevó a Kodak a anunciar su quiebra en 2012.
Por otro lado, existen también sesgos en la toma de decisiones grupales, que pueden darse, o bien por una armonía grupal excesiva, o bien por la existencia de un elevado individualismo.
- La armonía excesiva entre los miembros del grupo aparece cuando los individuos del grupo se dejan llevar por el “pensamiento colectivo”, porque tienen el deseo de coincidir con el pensamiento del resto del grupo. Esto lleva a los participantes del grupo a no compartir sus ideas y a aceptar la propuesta o alternativa elegida por la mayoría, sin expresar su punto de vista. Aunque esta armonía también puede darse por falta de interés en la toma de decisiones, cuando los individuos no se sienten implicados.
- La otra cara de la moneda es el elevado individualismo. Esto lleva a los miembros del equipo a competir entre ellos, defendiendo a toda costa sus propios argumentos e ignorando las opiniones de los demás.
Eso sí, estos problemas también tienen solución. Algunas propuestas son:
- Para evitar el pensamiento colectivo: Advertir a los componentes del grupo sobre la naturaleza y peligros del pensamiento grupal, con el fin de que sean capaces de identificarlo y tomar medidas si ocurre. También, hay que tratar de ser objetivos, por lo que es recomendable darle “poder” a la persona o personas más adecuadas para evaluar objetivamente las alternativas y que sean capaces de desafiar dichas opciones durante el proceso de decidir.
- Por otro lado, para evitar el individualismo, se sugiere realizar preguntas que inviten al individuo a reflexionar sobre sus ideas, involucrar al resto de participantes en la toma de decisiones, identificar un rango más amplio de opciones, etc. Además, hay que fomentar la indagación y búsqueda de alternativas, y promover un debate pacífico y respetuoso, utilizando tácticas como motivar a los participantes estancados, proponiéndoles que hagan un repaso de la información clave; o exigir que personas con diferentes intereses colaboren para llegar a un acuerdo.
En conclusión, el proceso de toma de decisiones puede resultar complejo, por eso, es necesario identificar los sesgos habituales, tanto en la toma de decisiones individuales, como grupales, con el fin de ser lo más objetivos posibles y alcanzar la alternativa más óptima