Hasta hace nada, realizar una buena compra implicaba escoger un producto de calidad a un buen precio. Si esto era ya complicado, ahora, además, hay que cumplir con un nuevo requisito: la sostenibilidad. Esta palabra que está de moda se nos ha colado hasta en la lista de la compra.
La sostenibilidad va unida al consumo responsable ¿Pero qué quiere decir esto exactamente? Puede que muchos de los lectores hayáis pensado que significa llenar el carro de esos productos “eco” o “bio” del supermercado perfectamente colocados en un estante, y que, aunque, resultan atractivos a la vista, no están al alcance de todos los bolsillos.
Un consumo responsable implica hacer el esfuerzo de mirar más allá del producto e investigar lo que hay detrás: cómo se ha producido, su impacto medioambiental, las condiciones laborales, etc. No quiere decir que estemos 4 horas para hacer la compra, pero sí que seamos conscientes de lo que consumimos y que, de entre todas las posibilidades, elijamos el producto más sostenible.
Pero ¿estamos dispuestos a sacrificar parte de nuestro tiempo y nuestro bolsillo por un producto sostenible? Si miramos con lupa a las empresas puede que descubramos algo que no nos guste, entonces, ¿qué haremos? ¿Rechazaremos el producto o miraremos hacia otro lado?
Siendo realistas, no somos perfectos, así que debemos asumir que habrá veces en las que conscientemente, decidiremos no hacer una compra responsable.
Ahora bien, si aceptamos este hecho, ¿por qué no toleramos ningún error por parte de las empresas en estos aspectos? Les exigimos que cumplan con los estándares legales, que aporten valor a la sociedad y, a la vez, que nos ofrezcan un producto o servicio de calidad y a un precio razonable, por supuesto.
Y en cuanto no cumplen con alguno de estos requisitos, se lo reprochamos. O, cuando hacen algo bueno, buscamos el “lado oscuro”: qué ganan o qué intentan esconder con ello. Como claro ejemplo tenemos la polémica en torno a las donaciones de material hospitalario por parte de Amancio Ortega. Es cierto que es más fácil criticar al que no hace las cosas bien (y en nuestro país sabemos mucho de este arte) ¿pero no sería mejor premiar a quien lo hace bien? No quiere decir que toleremos cualquier comportamiento ni que olvidemos poner en práctica el pensamiento crítico, pero tampoco seamos más papistas que el Papa.