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Nuestra sociedad siempre ha presentado una línea ascendente en cuanto a códigos éticos, normas y legislaciones con los objetivos de adaptarse a los tiempos presentes y hacer mejor y más igualitario el futuro. Que bonito sería hablar así de cualquiera de las sociedades del planeta, pero estaríamos obviando la historia que realmente cada país ha vivido.
Y es que, está claro, que unos en mayor medida que otros, han implementado este desarrollo y además lo han acompasado a la evolución y necesidades de las personas que habitan esa sociedad, pero no es el término global. En el continente europeo hubo un tiempo en el que las ideologías, los regímenes totalitarios o el control dogmático de las instituciones públicas de los países convirtieron esta gráfica ascendente en un mar picado de olas bravas. Con cada uno de estos entes dominantes podemos encontrar ejemplos de cómo se crearon fuertes brechas de desigualdad que generaron pobreza, racismo, servilismo y un montón de ismos (poco positivos, por cierto).
Una vez más, después de que la ola rompiese y la igualdad tocase fondo en nuestra grafica de desarrollo tocó recomponerse y reconstruir las libertades y los derechos de las personas que allí habitaban. Parece que es fácil dar libertades a las personas que se las arrebataron y también parece fácil devolver los derechos a aquellos que se vieron despojados de ellos, pero no. Hay todo un proceso de reconstrucción tanto ética como legal, principalmente educacional, de concienciación y también de comunicación. Hay que llegar a cada rincón y hacerlo despertando la comprensión y rompiendo barreras mentales.
Llegados a este punto, en mi opinión, toda igualdad debe obedecer al menos a dos bases; la primera es legislar y con esto no hablo de prohibiciones y privilegios, de borradores precipitados o proclamas cargadas de sentimiento, eso queda en el imprescindible movimiento para conseguir la legislación. Hablo de duras y largas tesis entre expertos que sean capaces de establecer normas a las que acogerse cuando se produzca una discriminación y que puedan ser utilizadas por todos de igual forma. Que lógico parece y que difícil es en realidad. En esta rama será importante establecer una estrategia de incentivación de carácter temporal que facilite la adaptación a la regulación por parte de los individuos y que no permita que deriven en una desigualdad.
La segunda base, tan obvia como la primera, es la utilización de estos nuevos mecanismos, sin excepciones ni escusa. Ha llegado para quedarse y todo aquel que quiera evadirlas debe saber que va en contra de la igualdad, un aspecto fundamental de la sociedad del siglo XXI que queremos construir entre todos y para todos, y que tendrá sus consecuencias legales. Esta igualdad es antagónica a los extremos, es de carácter opuesto a la exclusividad y es inapropiable por colectivos o etnias ya que, una vez más en mi opinión, debería de permanecer impasible a la ideologización, todos deberíamos de quedar recogidos en ella y cualquier persona perteneciente a un colectivo, o no, o a muchos, qué más da, es igual ante la ley y debe ser afectado de igual forma por ella. Etnia, genero, procedencia, ocupación, apariencia, personas.