EDUCACIÓN Y LIBERTAD PARA COMBATIR LA DESIGUALDAD.

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La desigualdad es una realidad que vivimos mundialmente, viéndose en distintos grados de acuerdo a la escala de medición o comparativa que utilicemos, pero independientemente de cuales sean tus intereses u opiniones me animo a afirmar que existen motivos para que decidas erradicarla.

Existe en sus diversas formas; de oportunidades, de género, económica, cultural, social, informativa, educativa, en sostenibilidad y podría continuar, pero la importancia y relevancia del análisis consiste en identificar las causas y no las consecuencias de la misma, ya que es la forma de encontrar solución al problema y actuar en consecuencia.

En primer lugar, considero que existe una especie de generación de desigualdades en cascada, donde la imposibilidad de ser educado es el factor iniciador. Una sociedad en la que existan dificultades de acceso a la educación desde sus niveles iniciales hasta los más superiores fomenta a una población fragmentada, polarizada, desesperanzada, con tendencia a la informalidad en el trabajo, mayores delitos, problemas de drogas, menor implicancia en consciencia política, social, aislamiento y marginación, lo cual deriva en personas cada vez menos involucradas, responsables o capaces de ejercer su rol como ciudadanos.

Dicha falta de competencia de la población conlleva a gobiernos menos controlados, con menor presión electoral al momento de tomar decisiones y hacer frente a intereses comunes como a un estado democrático y de derecho le corresponde, da lugar a líderes en diversos ámbitos con mayor influencia sobre grupos poblacionales que terminan actuando en masa debido a la falta de discernimiento y autodeterminación. Asimismo, la educación permite la elevación y movilidad social, reduciendo en este sentido la brecha de desigualdad social y cultural. Impacta en la competitividad del mundo empresarial, ya que son los consumidores quienes ponderan el accionar de las compañías a través de sus compras, siendo posible sólo a través de educación transmitir valores, principios y herramientas para el desarrollo de pensamiento crítico, para tomar decisiones conscientes, apoyando según información recabada y analizada a empresas según su forma de generación de beneficios y más importante aún: según qué tipos de beneficios buscan obtener (económicos, sociales, sostenibles, medioambientales).

¿Todo esto cómo afecta a los individuos? ¿A los empresarios? ¿Al mundo en general?

Existen estudios que demuestran la desigualdad como freno al crecimiento económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estudió que mientras la desigualdad se incrementa en 1 punto porcentual (p.p.), el crecimiento del PBI se reduce en los siguientes cinco años en 0,08 p.p. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estima que un incremento del coeficiente de Gini1 de tres puntos tiene un impacto negativo sobre el crecimiento económico acumulando en 25 años una pérdida del 8,5% del PBI. (Campos, 2017). Con la desaceleración de la economía se genera pérdida de consumo de las familias, lo cual implica pérdida de ventas y márgenes de ganancia en empresas, conduciendo a reducciones de personal que conlleva menos ingresos en la población, disminuyendo una vez más la generación de demanda y reactivando el ciclo que desemboca en recesión, falta de competitividad, inflación por disminución de demanda de dinero, pérdida de bienestar y calidad de vida y pobreza en el amplio sentido de la palabra.

Al disminuir la capacidad económica, los sectores más desaventajados invierten menos en formación educativa, viéndose limitados a su acceso si no existe un sistema de educación pública o becas que efectivamente funcionen. Por lo que el decrecimiento económico reduce las oportunidades profesionales de gran parte de la población, lo cual frena la movilidad social y con ello lo más grave: limita la libertad individual, siendo aquí donde comienza la generación de desigualdades en cascada, porque tal y como expresa Milton Friedman (Miltimore, 2019) “una sociedad que priorice la igualdad por sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad por sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas”.

Es por ello que la desigualdad afecta directa e indirectamente a todos como sociedad, cualquiera sea el punto de vista, estatus, rol o interés desde donde se evalúe.

Pero, ¿Cómo podemos contribuir? ¿Quiénes deben actuar?

La respuesta es sencilla: TODOS. Por parte del gobierno se pueden implementar regulaciones, políticas públicas que fomenten, incentiven y subvencionen a empresas que apuesten por alinear sus objetivos a las diferentes agendas y proyectos a futuro como lo son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (CEPES, 2019), las “21 iniciativas estratégicas de país para la recuperación y transformación de la economía española” (CEOE, 2020), teniendo en cuenta también certificaciones de “desempeño social y ambiental” del ámbito privado como es B-corp (Certified B corporation, s.f.). Asimismo, los entes no gubernamentales, instituciones reguladoras de la Unión Europea pueden contribuir aportando estudios, informes, normas o incentivos a empresas involucradas con la economía social, circular y/o colaborativa.

Finalmente, el papel más importante lo juegan los individuos actuando como consumidores y ciudadanos. La historia del marketing muestra como las empresas se adaptan a las exigencias, paradigmas y necesidades de los clientes, buscando siempre cercanía, satisfacción y confianza para poder generar fidelidad, compromiso y por lo tanto un vínculo rentable a largo plazo. Esto significa oportunidad y responsabilidad para el consumidor, el cual debe actuar de forma íntegra respondiendo a sus valores, creencias y objetivos, consciente de las acciones que deben/pueden realizar las empresas para solucionar las problemáticas del mundo y apoyar a través del consumo a quienes están por ese camino. Asimismo, como ciudadanos se debe actuar con honestidad, objetividad y responsabilidad, siendo el voto la manifestación expresa de criterios y valores.

¡Llegó el momento de actuar!, ya no alcanza con reconocer los problemas, hay que empezar a ser parte de la transformación social-cultural que necesita la industria y el comercio del consumo para poder vivir en un mundo mejor, sostenible, sin desigualdades, injusticias y contaminación medio-ambiental. Como sociedad tenemos tiempo para encauzar a entes públicos y privados para que actúen en pro de nuestras creencias y conciencia, pero tampoco hay tiempo que perder. Comencemos desde ahora, ya que “un viaje de mil millas comienza con un primer paso” (Lao-Tsé, s.f.).

1 Coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad, en donde el número 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y el número 1 con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Coeficiente_de_Gini.

BIBLIOGRAFÍA:

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