En los últimos años hemos sido testigos de la expansión de una creciente tendencia que nos anima a cuidarnos física y mentalmente, a comer adecuadamente, hacer deporte y priorizar nuestro bienestar. Sin embargo, hay una serie de factores que nos afectan enormemente y, aunque se pueden paliar, es difícil escapar de ellos. Nuestro día a día nos exige permanecer muchas horas de pie o muchas horas sentados, nuestras formas de entretenimiento son actividades con carácter cada vez más sedentario (como ver películas o series) y nuestro ritmo de vida nos dificulta llevar una alimentación sana y realizar actividades deportivas con asiduidad, además de tener que respirar grandes cantidades de aire contaminado.
Todo esto afecta gravemente a nuestro cuerpo y nuestra mente, siendo cada vez más comunes las enfermedades respiratorias, el cáncer, las alergias o algunos trastornos como el estrés y la ansiedad, así como la obesidad (cuestión cada vez más preocupante, sobre todo en niños y mujeres, especialmente si son mayores de 65 años).
Cada vez son más los expertos que, con el fin de abordar este tipo de problemas, abogan por recomendar una dieta equilibrada y nos insisten en alejarnos de los alimentos ultra procesados, especialmente de todos aquellos que contengan grandes cantidades de azúcar o azúcares añadidos. Se trata de un producto muy popular que se encuentra en la mayoría de las casas y que todos hemos usado sin saber cuán perjudicial es para la salud. Innumerables estudios científicos han determinado que el azúcar puede crear tanta adicción como otras drogas y su consumición a largo plazo tiene efectos muy graves en el organismo, pudiendo derivar en enfermedades como la diabetes, problemas metabólicos o cáncer.
Cabría pensar, entonces, que la solución a este problema es tan sencilla como dejar de consumir azúcar. Y así es, sin embargo, si renunciamos a consumir este alimento, estaríamos renunciando también a consumir muchos de los productos que incluimos en nuestro carro de la compra, desde el pan hasta el yogur, los cereales o incluso algunas carnes y embutidos. El uso que se hace del azúcar es, en la mayoría de los casos, totalmente innecesario, pero ayuda a mejorar el sabor (endulzante), a conservar mejor el producto y, además, actua de forma que el cuerpo, al procesarlo, envía una señal positiva al cerebro, actuando en efecto como un tipo de “droga”. Otro problema añadido es su nomenclatura y sus sustitutivos, ya que muchas compañías no usan la palabra “azúcar” como tal en sus etiquetas o usan sustitutivos de este ingrediente que son igual o incluso más dañinos.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud recomienda reducir el consumo de azúcar en adultos a 25 gramos al día, lo que equivaldría a un 5% de la ingesta calórica diaria total. Se trata de una recomendación de difícil cumplimiento si tenemos en cuenta que una unidad de prácticamente cualquier producto que contenga azúcares añadidos se acerca bastante o incluso supera los 25 gramos máximo de ingesta recomendados por la OMS.
Para entender mejor esto, pondremos algunos ejemplos. Una lata de 330 ml de Coca-Cola contiene un total de 35 gramos de azúcar, una cantidad muy elevada, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de la bebida más vendida del mundo. Otro de los productos más famosos en nuestro país, el Nesquik, está compuesto por un 75,5% de azúcar. Pero el problema no se queda aquí, sino que se extiende incluso a los productos que están más de moda por su condición de “saludables” y bajos en azúcares como un yogur Danone 0%, que contiene ni más ni menos que 16 gramos de azúcar por unidad.
Ahora, debemos preguntarnos por qué no se están tomando medidas, por qué no se regula el uso de azúcar en los alimentos y por qué se sigue permitiendo que las marcas no doten al consumidor de información clara y fidedigna sobre los ingredientes que contienen sus productos. Si ha quedado demostrado que su consumición es dañina para las personas y queremos mejorar nuestra salud y nuestra vida, debemos, como consumidores, exigir que se legisle en esta materia y que las marcas sean responsables de fabricar y distribuir productos que sean cada vez más sanos y seguros.
Este modo de vida que a nivel global hemos ido adoptando durante las últimas décadas atenta contra nuestra salud y, sin embargo, avanza a pasos agigantados. Aunque es innegable que cada vez estamos más concienciados de la necesidad de cambiar esta realidad y, poco a poco, tomamos medidas que ayudan a mejorar la situación todavía estamos muy lejos de encontrar el equilibrio entre nuestro ritmo diario y un estilo de vida tranquilo y saludable.
En este sentido, es innegable que los avances tecnológicos han permitido que nuestra vida mejore y gocemos de comodidades de las que otras generaciones no pudieron. Un ejemplo evidente es el desarrollo de la industria y de la agricultura y ganadería, cuyos procesos se han mejorado, agilizado y abaratado, lo que permite que los países del primer mundo tengamos acceso prácticamente total a todo tipo de servicios y productos de forma más o menos rápida y, en muchos casos, prácticamente inmediata, incluso tratándose de mercancías provenientes de otros países e incluso continentes. Otro ejemplo es la mejora de los sistemas sanitarios, de las intervenciones quirúrgicas y de la aparatología médica, avances que ahora nos permiten diagnosticar enfermedades eficazmente y nos dotan de las herramientas necesarias para luchar contra ellas y salvar la vida de millones de personas al año.
Esta mejora de la calidad y el nivel de vida se ha visto – y se estima que seguirá viéndose – traducida en dos cuestiones: aumento de la población mundial y aumento de la esperanza de vida. Esta realidad se convertirá en un reto a todas luces y exigirá que rediseñemos nuestro entendimiento de la vida, la política y la economía.
Por un lado, deberemos enfrentarnos a un mundo que, si no cambia con urgencia, no podrá suplir las necesidades alimentarias y energéticas que más de 11.000 millones de personas demandarán. Por esto debemos desarrollar con carácter urgente un plan energético que nos ayude a sustituir el uso de combustibles fósiles por energías renovables y limpias que no aceleren el cambio climático ni destruyan la capa de ozono. Al mismo tiempo, será necesario un plan de alimentación que garantice alimentos saludables a todas las personas en todos los países mediante la colaboración y el entendimiento internacional.
Por otro lado, tendremos que adaptar nuestro modelo económico a una sociedad cada vez más longeva y lo que ello supondrá para nuestro sistema sanitario, nuestras empresas, transportes, espacios de ocio o nuestro sistema de pensiones. Además, se estima que para 2050, dos tercios de la población mundial vivirá en las ciudades, lo que exigirá su acondicionamiento para dar cabida y servicios a tantas personas, así como una conciliación con las zonas rurales.
Además, a esto se le sumará la apertura de un nuevo abanico de posibilidades empresariales para dar respuesta a las necesidades de las nuevas generaciones, así como a un público más adulto con mejores perspectivas de vida y que se sentirá más joven y con ganas de realizar distintas actividades y consumir servicios que quizá aún ni siquiera podamos imaginarnos.
Ante este escenario será cada vez más importante llevar una buena alimentación y mantenerse en forma. No tendría sentido vivir más tiempo si la calidad de vida se reduce o nos vemos afectados por enfermedades derivadas de no cuidarnos adecuadamente, ya que tenemos los recursos y la información necesaria para hacerlo a nuestro alcance.
Se dice que somos lo que comemos, y ya que seremos durante más tiempo, deberemos cuidarnos mejor.
BIBLIOGRAFÍA
sinAzucar.org www.sinazucar.org
Coca Cola www.cocacola.es
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Organización Mundial de la Salud (OMS) www.who.int/es
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Alcaide, JC (2019). El consumidor del futuro próximo necesita productos y servicios silverizados. Blogs Expansión. Disponible en: https://www.expansion.com/blogs/consumidor-que-viene/2019/09/07/el-consumidor-del-futuro-proximo.html
Alcaide, JC (2019). Hacia la “silverización” de productos y servicios. Blogs Huffpost. Disponible en: https://www.huffingtonpost.es/entry/hacia-la-silverizacion-de-productos-y-servicios_es_5cd06906e4b0e4d757367043
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